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sábado, 23 de abril de 2011
No joda!... ¡si yo soy el único marxista que hay en Colombia!”
No joda!... ¡si yo soy el único marxista que hay en Colombia!”
Por mucho que la quemen, por mucho que la rompan, por mucho que la mientan, la memoria humana se niega a callarse la boca. Eduardo Galeano.
Así como la CIA –aparato de Inteligencia Yankee- se inventó una “traición” de Fidel Castro a Camilo Cienfuegos para enfrentarlos de manera irreconciliable ante los ojos de la historia; en Colombia, grupos desmovilizadores, enfrentan desde hace décadas a Jaime Bateman con el Marxismo como si éstos fueran enemigos a muerte.
En el primer caso –el de Fidel-, la CIA buscaba minar la confianza de la recién lograda Revolución Cubana y dividirla. Al Imperio le sería mucho más fácil y práctico que los cubanos se enfrentaran unos contra otros, en lugar de invadirlos y descubrir ante el mundo el monstruoso rostro de los Estados Unidos de Norteamérica. Los gringos esperaban que de suerte les ahorraran el trabajo y Fidel muriera a manos de su pueblo, hoy el líder cubano vive su año número 85 y se inmortaliza como ejemplo del hombre nuevo que anunciara Ernesto Che Guevara. Fidel es y seguirá siendo.
En el caso de Bateman –que es el que hoy nos interesa- se le ha querido enterrar en el último rincón de la historia colombiana y en el mejor de los casos, se le ha desdibujado hasta hacerlo parecer un socialdemócrata en contra de sus propios ideales. No podríamos decir qué estaría haciendo El Flaco hoy; esas habilidades de Pitonisa se las dejamos a otros, lo que sí podemos decir es cómo murió: buscando la paz con las armas en la mano.
La figura de Bateman sigue siendo tan peligrosa para la oligarquía como en el primer momento; es un hombre que recoge en su estampa los combates del ayer y del ahora. Es un adelantado de su tiempo; una mezcla indivisible de amor, pasión, audacia y valentía. Un personaje histórico, gigantesco, que en sí mismo recoge historias que le hicieron entender a Colombia en su conjunto; rescató del olvido a José Antonio Galán y fundó un grupo llamado Los Comuneros para dar sus primeros pasos sin la instrucción de sus mentores Manuel Marulanda Vélez, Ciro Trujillo y Jacobo Arenas; fue el primero en reconocer en Bolívar y en la fuerza de su Espada un símbolo unitario de las naciones latinoamericanas, proceso que hoy estamos viendo madurar y que es la esperanza de nuestro continente.
Por eso la oligarquía intentó el olvido provocado de su figura y se valió de la ayuda, siempre necesaria, de quienes con migajas olvidaron el noble significado de la fidelidad. Alfredo Molano –aquel profesor de la Universidad Nacional- decía que “mientras su gente, la chusma, lo siga buscando, el Flaco seguirá vivo”. Y en eso estamos. Buscándolo lo hemos encontrado y hoy está con nosotros en el frente de batalla. Algunos han intentado ponerlo en contra de la Lucha Armada y otros, de manera cantinflesca, lo enfrentan con el marxismo como si pudieran enjaular de nuevo a este personaje que es símbolo de la lucha en el país. Ni lo uno ni lo otro; Bateman guerrillero y radical. Jaime es y seguirá siendo un símbolo de la subversión en Colombia, su recuerdo no “cuadra” en campañas electorales ni en promesas vacías porque nunca se disfrazó de izquierda.
Bateman no estaba en contra del marxismo, sino del dogmatismo. Partió de la realidad colombiana, de nuestros propios pensadores para apropiar la teoría marxista a nuestro contexto. Más de una década en la Juventud Comunista, su paso por las FARC y su amistad con Fidel le dieron la autoridad moral para afirmar que él era el único marxista que había en Colombia.
No conocí a Jaime Bateman mientras él estuvo en este mundo. No coincidimos; él nació demasiado pronto y yo demasiado tarde. Pero por alguna extraña razón nos encontramos rompiendo todas las barreras espaciales y temporales; combatiendo en el presente para forjar el futuro.
Milito –ORGULLOSAMENTE- en una Organización que lleva su nombre, al lado de seres humanos espectaculares. Hombres valientes y sinceros, impulsivos y prudentes, no hablan con palabras sino con el corazón, apasionados por la vida y dedicados a la lucha. Mujeres aguerridas y fuertes, con miradas que lo dicen todo, con la palabra como arma infalible, viscerales y racionales al mismo tiempo, fuente de la vida y del amor.
Un 23 de abril, en 1940, nació el hombre de la unidad. Un Bolivariano convencido que nos recuerda el valor de la amistad; que rompe los esquemas con cada paso y nos acompaña en el camino hacia la victoria. El Che tenía razón: “en una revolución se triunfa o se muere si es verdadera”.
Comandante Jaime Bateman: ¡Cumpliremos!
¡Con el pueblo, con las armas, al poder!
Movimiento Jaime Bateman Cayón
Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar.