Se cumplen once años
Bajo los gobiernos de Clinton, Bush y Obama, cinco cubanos siguen presos en EE UU
Emilio Marín
www.laarena.com.ar
René González recibió 15 años de prisión, la más “leve”. Le siguió en orden ascendente Fernando González, con 19 años. A los otros tres les dieron cadena perpetua: Antonio Guerrero, una perpetua más 10 años de prisión; Ramón Labañino, una perpetua más 18 años, y Gerardo Hernández, dos perpetuas más 15 años.
En síntesis, les dieron en total cuatro cadenas perpetuas más 77 años de prisión, una enormidad. A cualquiera que se le pregunte le debe parecer que son verdaderos monstruos y responsables de crímenes. Podría creer que eran los responsables, por ejemplo, del derribo de las Torres Gemelas.
Nada que ver. Son cinco cubanos que el 12 de setiembre de 1998 eran once años más jóvenes que hoy, y fueron detenidos en Miami acusados de cargos falsos. “Conspiración para cometer espionaje” y “conspiración para cometer asesinato”, las imputaciones más serias, fueron contra Hernández.
Sin embargo, cuando esas personas fueron aprehendidas, los agentes del FBI no les hallaron ni un arma ni un archivo en sus computadoras. Y esos policías allanaron sus domicilios sin orden judicial y se llevaron irregularmente todo el contenido de sus PC. ¿Tantas irregularidades en los procedimientos de la primera potencia mundial? La respuesta es sí. Eso fue en 1998; después del 11 de setiembre de 2001 valió todo, en nombre de la “lucha contra el terrorismo”.
Esa total falta de pruebas hizo que la fiscalía no pudiera imputarlos de espionaje. Eran “´Espías´ sin espiar”, según el título de un artículo crítico hacia la justicia norteamericana del titular de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, Ricardo Alarcón.
¿Qué hacía ese quinteto en Miami? Dos de ellos son nacidos en EE UU y junto con los otros tres, vivían en La Florida para monitorear las actividades de los círculos anticastristas inclinados al terrorismo contra Cuba. Estos grupos habían pagado la colocación de una bomba en el Hotel Copacabana, de La Habana, que el 3 de setiembre de 1997 mató al turista italiano Fabio Di Celmo.
Los anticastristas -su expresión más conocida es la Fundación Nacional Cubano-Americana- pagaron ese atentado. Luis Posada Carriles, el mismo que voló el avión de Cubana en 1976 y provocó 73 muertos, admitió su responsabilidad en la muerte de Di Celmo en declaraciones al The New York Times. La idea de los agentes y ex agentes de la CIA era afectar el flujo de turismo en la isla y secar de divisas al gobierno de Fidel Castro.
Clinton, Bush…
Además del bombazo en el Copacabana, ese día habían estallado otrasa bombas en los hoteles Tritón y Chateau Miramar. Uno de los autores, un salvadoreño, confesó que había cobrado por esa acción de la Fundación ya mencionada, que presidió hasta su muerte Jorge Más Canosa y luego su hijo, Jorge Más Santos. Les pagaban 1.500 dólares por cada estallido…
Quizás la gravedad de la situación hizo que el gobierno cubano se decidiera a preparar un dossier para ser entregado al gobierno norteamericano, informándole que esa campaña terrorista estaba organizada y financiada desde Miami.
Gabriel García Márquez, amigo personal del comandante en jefe cubano, pidió en 1998 una entrevista a Bill Clinton para transmitirle las preocupaciones de la isla. Aunque no pudo hablar personalmente con el presidente, el novelista lo hizo con otros funcionarios. Estos viajaron luego a La Habana para tratar el tema con representantes cubanos.
Supuestamente la Casa Blanca iba a investigar a los cubano-americanos que incluso en La Florida entrenaban comandos militares con total desparpajo. Del mismo modo, hasta febrero de 1996 habían mandado aviones de “Hermanos al Rescate”, de José Basulto, otro relacionado con la CIA, a violar repetidamente el espacio aéreo de Cuba y arrojar de a medio millón de panfletos. Esas provocaciones terminaron cuando, luego de reiteradas advertencias, la Fuerza Aérea de Cuba abatió a dos de las avionetas de Basulto, muriendo los cuatro tripulantes.
Pero esa legítima defensa cubana, paradojalmente, sirvió un par de años más tarde para que Miami fuera un hervidero anticastrista que reclamaba el linchamiento de los cinco cubanos apresados. “Espías entre nosotros”, clamaba el fiscal y la prensa del Miami Herald entre muchos otros medios de la gusanera, como llaman los cubanos bien nacidos a aquella mafia.
El gobierno de Clinton, lejos de encarcelar a los organizadores y responsables de los atentados terroristas que ponían en peligro la deteriorada relación bilateral con el vecino, se dedicó a detener a los cinco jóvenes que a riesgo de sus vidas husmeaban a las organizaciones ultra violentas de Miami.
Luego vino el turno de Bush hijo, quien hizo el principal trabajo sucio, pues en junio de 2001 los Cinco fueron declarados culpables en la “imparcial” Miami y en diciembre de ese año se dictaron tan horribles sentencias.
…y Obama también
Es conocido que la justicia norteamericana carece de ecuanimidad cuando se trata de casos políticos que sientan en el banquillo de los acusados a obreros contestatarios, militantes comunistas, ex Panteras Negras, dirigentes de pueblos originarios y, en este caso, a quienes defendían la seguridad de Cuba.
Se puede citar los juicios amañados contra los sindicalistas de los Mártires de Chicago en 1886, los anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti en 1920, el matrimonio comunista de Julius y Ethel Rosenberg en 1951, etc, que terminaron con condenas a muerte tras procesos viciados de nulidad.
Más recientemente, el indígena Leonard Peltier y el ex Pantera Negra Mumia Abu Jamal, también sufrieron procesos injustos. Peltier, fundador del Movimiento Indígena Americano, está preso desde 1977; Abu Jamal, periodista afro-americano, fue condenado a muerte en 1982 y aún aguarda en el “corredor de la muerte” que esa pena se haga efectiva o no.
Con esos antecedentes, no cabía ser muy optimista sobre el comportamiento de la justicia estadounidense para con Antonio, Gerardo, Fernando, Ramón y René, aún cuando no les hubieran incautado ni una página que fuera considerada “secreta”.
Ese quinteto nunca husmeó en las oficinas del poder político ni empresario y mucho menos militar de los EE UU. Sólo trató de penetrar en los secretos mal escondidos de los grupos filo-terroristas cubano-americanos. El problema es que las sucesivas administraciones, desde Dwight Eisenhower hasta Barack Obama, han cultivado relaciones muy estrechas con ese exilio, por la misma razón que han puesto bajo bloqueo económico y todo tipo de agresiones al gobierno cubano surgido en enero de 1959.
Obama tiene su cuota de responsabilidad. El habló con la Corte Suprema de Justicia y le pidió que no aceptara revisar el expediente de los Cinco, tal como en marzo último había pedido la defensa de éstos con el aval de 10 premios Nobel y parlamentarios de todo el mundo. En junio de este año la Corte se negó a revisar el caso.
En julio pasado, la canciller Hillary Clinton negó la visa de entrada de Adriana Pérez, esposa de Gerardo Hernández. De este modo, al igual que su antecesora Condoleezza Rice, impidió la visita al prisionero. Olga Salanueva, esposa de René González, está en la misma situación: once años sin poder visitar a su marido. ¿Así se respetan los derechos humanos en EE UU?
Por supuesto, Washington no trata de forma tan impiadosa a todos los agentes de gobiernos extranjeros. Para dar sólo un ejemplo, Lawrence A. Franklin entregó información del Pentágono sobre Irán a dos agentes israelíes, Steve Rosen y Keith Weissman. Franklin era asesor de Donald Rumsfeld y en 2006 fue condenado a doce años de cárcel pero luego fue liberado.
Los Cinco, en cambio, no eran del Pentágono ni operaban para un país amigo de la superpotencia. Para ellos no hubo ni justicia. Su juicio duró siete meses, uno de los más prolongados de la historia judicial, pero la prensa seria de EE UU, tan libre que dice ser, no informó del mismo.
Hoy se cumplen once años de tanta barbarie. Al cronista le pareció importante que a miles de kilómetros de Miami, algunos argentinos sepan de qué se trata. No lo iban a leer en el Nuevo Herald ni en Clarín. No lo iban a ver en la CNN ni en TN ni América, ocupados como están en denostar el proyecto de nueva ley de comunicación audiovisual.
Bajo los gobiernos de Clinton, Bush y Obama, cinco cubanos siguen presos en EE UU
Emilio Marín
www.laarena.com.ar
René González recibió 15 años de prisión, la más “leve”. Le siguió en orden ascendente Fernando González, con 19 años. A los otros tres les dieron cadena perpetua: Antonio Guerrero, una perpetua más 10 años de prisión; Ramón Labañino, una perpetua más 18 años, y Gerardo Hernández, dos perpetuas más 15 años.
En síntesis, les dieron en total cuatro cadenas perpetuas más 77 años de prisión, una enormidad. A cualquiera que se le pregunte le debe parecer que son verdaderos monstruos y responsables de crímenes. Podría creer que eran los responsables, por ejemplo, del derribo de las Torres Gemelas.
Nada que ver. Son cinco cubanos que el 12 de setiembre de 1998 eran once años más jóvenes que hoy, y fueron detenidos en Miami acusados de cargos falsos. “Conspiración para cometer espionaje” y “conspiración para cometer asesinato”, las imputaciones más serias, fueron contra Hernández.
Sin embargo, cuando esas personas fueron aprehendidas, los agentes del FBI no les hallaron ni un arma ni un archivo en sus computadoras. Y esos policías allanaron sus domicilios sin orden judicial y se llevaron irregularmente todo el contenido de sus PC. ¿Tantas irregularidades en los procedimientos de la primera potencia mundial? La respuesta es sí. Eso fue en 1998; después del 11 de setiembre de 2001 valió todo, en nombre de la “lucha contra el terrorismo”.
Esa total falta de pruebas hizo que la fiscalía no pudiera imputarlos de espionaje. Eran “´Espías´ sin espiar”, según el título de un artículo crítico hacia la justicia norteamericana del titular de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, Ricardo Alarcón.
¿Qué hacía ese quinteto en Miami? Dos de ellos son nacidos en EE UU y junto con los otros tres, vivían en La Florida para monitorear las actividades de los círculos anticastristas inclinados al terrorismo contra Cuba. Estos grupos habían pagado la colocación de una bomba en el Hotel Copacabana, de La Habana, que el 3 de setiembre de 1997 mató al turista italiano Fabio Di Celmo.
Los anticastristas -su expresión más conocida es la Fundación Nacional Cubano-Americana- pagaron ese atentado. Luis Posada Carriles, el mismo que voló el avión de Cubana en 1976 y provocó 73 muertos, admitió su responsabilidad en la muerte de Di Celmo en declaraciones al The New York Times. La idea de los agentes y ex agentes de la CIA era afectar el flujo de turismo en la isla y secar de divisas al gobierno de Fidel Castro.
Clinton, Bush…
Además del bombazo en el Copacabana, ese día habían estallado otrasa bombas en los hoteles Tritón y Chateau Miramar. Uno de los autores, un salvadoreño, confesó que había cobrado por esa acción de la Fundación ya mencionada, que presidió hasta su muerte Jorge Más Canosa y luego su hijo, Jorge Más Santos. Les pagaban 1.500 dólares por cada estallido…
Quizás la gravedad de la situación hizo que el gobierno cubano se decidiera a preparar un dossier para ser entregado al gobierno norteamericano, informándole que esa campaña terrorista estaba organizada y financiada desde Miami.
Gabriel García Márquez, amigo personal del comandante en jefe cubano, pidió en 1998 una entrevista a Bill Clinton para transmitirle las preocupaciones de la isla. Aunque no pudo hablar personalmente con el presidente, el novelista lo hizo con otros funcionarios. Estos viajaron luego a La Habana para tratar el tema con representantes cubanos.
Supuestamente la Casa Blanca iba a investigar a los cubano-americanos que incluso en La Florida entrenaban comandos militares con total desparpajo. Del mismo modo, hasta febrero de 1996 habían mandado aviones de “Hermanos al Rescate”, de José Basulto, otro relacionado con la CIA, a violar repetidamente el espacio aéreo de Cuba y arrojar de a medio millón de panfletos. Esas provocaciones terminaron cuando, luego de reiteradas advertencias, la Fuerza Aérea de Cuba abatió a dos de las avionetas de Basulto, muriendo los cuatro tripulantes.
Pero esa legítima defensa cubana, paradojalmente, sirvió un par de años más tarde para que Miami fuera un hervidero anticastrista que reclamaba el linchamiento de los cinco cubanos apresados. “Espías entre nosotros”, clamaba el fiscal y la prensa del Miami Herald entre muchos otros medios de la gusanera, como llaman los cubanos bien nacidos a aquella mafia.
El gobierno de Clinton, lejos de encarcelar a los organizadores y responsables de los atentados terroristas que ponían en peligro la deteriorada relación bilateral con el vecino, se dedicó a detener a los cinco jóvenes que a riesgo de sus vidas husmeaban a las organizaciones ultra violentas de Miami.
Luego vino el turno de Bush hijo, quien hizo el principal trabajo sucio, pues en junio de 2001 los Cinco fueron declarados culpables en la “imparcial” Miami y en diciembre de ese año se dictaron tan horribles sentencias.
…y Obama también
Es conocido que la justicia norteamericana carece de ecuanimidad cuando se trata de casos políticos que sientan en el banquillo de los acusados a obreros contestatarios, militantes comunistas, ex Panteras Negras, dirigentes de pueblos originarios y, en este caso, a quienes defendían la seguridad de Cuba.
Se puede citar los juicios amañados contra los sindicalistas de los Mártires de Chicago en 1886, los anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti en 1920, el matrimonio comunista de Julius y Ethel Rosenberg en 1951, etc, que terminaron con condenas a muerte tras procesos viciados de nulidad.
Más recientemente, el indígena Leonard Peltier y el ex Pantera Negra Mumia Abu Jamal, también sufrieron procesos injustos. Peltier, fundador del Movimiento Indígena Americano, está preso desde 1977; Abu Jamal, periodista afro-americano, fue condenado a muerte en 1982 y aún aguarda en el “corredor de la muerte” que esa pena se haga efectiva o no.
Con esos antecedentes, no cabía ser muy optimista sobre el comportamiento de la justicia estadounidense para con Antonio, Gerardo, Fernando, Ramón y René, aún cuando no les hubieran incautado ni una página que fuera considerada “secreta”.
Ese quinteto nunca husmeó en las oficinas del poder político ni empresario y mucho menos militar de los EE UU. Sólo trató de penetrar en los secretos mal escondidos de los grupos filo-terroristas cubano-americanos. El problema es que las sucesivas administraciones, desde Dwight Eisenhower hasta Barack Obama, han cultivado relaciones muy estrechas con ese exilio, por la misma razón que han puesto bajo bloqueo económico y todo tipo de agresiones al gobierno cubano surgido en enero de 1959.
Obama tiene su cuota de responsabilidad. El habló con la Corte Suprema de Justicia y le pidió que no aceptara revisar el expediente de los Cinco, tal como en marzo último había pedido la defensa de éstos con el aval de 10 premios Nobel y parlamentarios de todo el mundo. En junio de este año la Corte se negó a revisar el caso.
En julio pasado, la canciller Hillary Clinton negó la visa de entrada de Adriana Pérez, esposa de Gerardo Hernández. De este modo, al igual que su antecesora Condoleezza Rice, impidió la visita al prisionero. Olga Salanueva, esposa de René González, está en la misma situación: once años sin poder visitar a su marido. ¿Así se respetan los derechos humanos en EE UU?
Por supuesto, Washington no trata de forma tan impiadosa a todos los agentes de gobiernos extranjeros. Para dar sólo un ejemplo, Lawrence A. Franklin entregó información del Pentágono sobre Irán a dos agentes israelíes, Steve Rosen y Keith Weissman. Franklin era asesor de Donald Rumsfeld y en 2006 fue condenado a doce años de cárcel pero luego fue liberado.
Los Cinco, en cambio, no eran del Pentágono ni operaban para un país amigo de la superpotencia. Para ellos no hubo ni justicia. Su juicio duró siete meses, uno de los más prolongados de la historia judicial, pero la prensa seria de EE UU, tan libre que dice ser, no informó del mismo.
Hoy se cumplen once años de tanta barbarie. Al cronista le pareció importante que a miles de kilómetros de Miami, algunos argentinos sepan de qué se trata. No lo iban a leer en el Nuevo Herald ni en Clarín. No lo iban a ver en la CNN ni en TN ni América, ocupados como están en denostar el proyecto de nueva ley de comunicación audiovisual.