“Y la revolución se hace para el pueblo, por eso tenemos que
nacionalizar la revolución, ponerla bajo los pies de Colombia, darle
sabor a pachanga, hacerla con bambucos, vallenatos y cumbias, hacerla
cantando el Himno Nacional.” Jaime Bateman Cayón
BATEMAN HABLA DE SU MUERTE
ALFREDO MOLANO
Revista Semana, 1º de agosto de 1983
El “Flaco” ya no era flaco, pero seguía alto, altísimo. Había dejado ese aire de
muchacho de provincia en la capital, erizado de frío y fastidio. Había dejado la vieja
gabardina negra que cada día era más verdosa. Ahora tenía aspecto de profesor en
derecho penal; lo esperábamos con ese afro que le distraía la nariz; llegó peinado
hacia atrás, engominado, más narigón que nunca.
Nos abrazó calurosamente con sus largos brazos. Se sacó de la cintura una pistola
inmensa y entregándonosla nos dijo: “¡Guarden esa joda por ahí!, algún día habrá que
dejarlas porque son incomodísimas”. Dio algunas vueltas por el cuarto y se sentó al
lado de la ventana. Enfrente, soldados de la brigada ensayaban un desfile militar. El
“Flaco” sonrió. Era el momento de comenzar a preguntarle.
*A.M.* = “Flaco”, no te da miedo verte a media cuadra de ellos? ¿No te impresiona
pensar la ironía que significa encontrarte a tan corta distancia de esos hombres que te
buscan?
No, hombre. ¿Acaso no sabes que yo soy invisible para ellos?, ¿para qué crees que
sirve la cadena mental?...
*A.M.* = ¿La cadena mental? ¿Qué es esa vaina?
Mira, lo que pasa en el fondo es que mi mamá es gnóstica, mi mamá fue responsable
de la organización de la gnosis en Santa Marta. Y ellos hacen todos los sábados una
cadena para protegernos a nosotros, a la organización.
*A.M.* = ¿Y crees por fortuna que estará funcionando hoy?
Claro hermano, de lo contrario no estaríamos aquí hablando y menos frente a ellos.
*A.M.* = Te sientes, pues, protegido. Pero ¿qué es eso de la cadena mental, en serio
qué es? ¿Crees realmente en ese rollo?
Pues eso es simplemente creer que la mente tiene poder. Mira, yo creo básicamente
en mi mamá. Yo no sé si la cadena es o no eficaz. Pero a mí me ha funcionado muy
bien. No sé si porque creo en mi mamá y ella en la cadena, pero ahí hay algo raro. Yo
Movimiento 19 de abril, M-19
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me siento seguro. Yo he estado en situaciones muy difíciles, desesperadas. He estado
muchas veces prácticamente preso. En otras me he dado por muerto. Y nada,
hermano, ahí sigo.
*A.M.* = ¿Ahora de grande? ¿Ahora como jefe del M 19, o cuando eras estudiante?
No, ahora. Por ejemplo, una vez yo llegaba en una Wartburg a un apartamento que
teníamos en el centro. De repente veo a una vecina en la acera; la miro y caigo en
cuenta de que habían allanado. Fue sólo una mirada, un rayo, e inmediatamente volví
a acelerar y seguí derecho. Me volé. Me tenían preparada una celada de la que no
hubiera salido vivo. La mirada de esa pelada me dijo todo. Era una fuerza...
inexplicable. Una fuerza que me hizo cambiar de rumbo. En Tocaima la cosa fue más
jodida. Nos volamos como pudimos, a la de Dios, nos botamos al río de noche a una
agua hedionda y negra. Al kilómetro salimos corriendo mierda por los cuatro costados.
Nos lanzamos a campo traviesa, pero de golpe nos vimos acorralados: el Ejército
venía por todos lados, por todas partes, convergía sobre nosotros. Hicimos un
acotejado y nos parapetamos. Ellos llegaron justo a nuestro lado, los oíamos respirar,
más que respirar, resollar. Nosotros éramos cuatro, los soldados diez, veinte,
cincuenta... se arremolinaron encima de nosotros. Los oíamos: tap tap tap. Pasaban,
volvían, maldecían, y ¿qué nos protegía? Dígame, compa ¿qué era lo que nos
protegía? ¿Por qué no nos veían? ¡Si estábamos de bulto!... Ellos pasaban y nosotros
invisibles. Al rato pati pati pati, los tiros. Yo no me asusté, créame hermano, yo no me
asusté. Lo digo con toda honestidad. No me asusté a pesar de saber que estábamos
más cercados que unos ratones blancos en un laboratorio. Pero yo tenía confianza,
más que confianza seguridad de que saldríamos bien librados. Les dije a los
compañeros: filémonos, despacito, como si fuéramos la misma noche. Y salimos.
Salimos a pesar de los faroles y los reflectores que nos corrían por la espalda.
*A.M.* = Pero también fue tu experiencia guerrillera la que te ayudaba. Tu experiencia
con las FARC. Saber ya sobre las tácticas de los campesinos en la violencia...
Claro, eso también juega su papel. A la gnosis hay que ayudarla, la cadena hay que
fortalecerla. Otra vez me cogieron en un carro robado. Me pararon, me requisaron, me
pusieron preso. Estaba preso... y de buenas a primeras me soltaron sin saber por qué.
¿Y cuando lo de Lucho? A Lucho lo andaban siguiendo hacía días, un mes o más. Nos
encontramos, charlamos, nos reímos, nos separamos. Cuando volteo la espalda lo
interceptan y le preguntan: ¿quién es ese tipo alto con quien usted estaba hablando?
Hombre, es inexplicable. Si yo estoy buscando un tipo que es el jefe de una
organización y sé que es alto, yo le echo mano aunque sea para investigarlo. Pero no,
me dejan ir. Ni siquiera tuve que apresurar el paso. ¡Inexplicable!
*A.M.* = ¿O explicable por la cadena mental?
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Bueno, yo creo un poquito de todo. Por lo menos la cadenita esa me da mucha
frescura, mucha seguridad. Sin que ello signifique que yo sea un irresponsable que
ande dando papaya.
No, yo me cuido, me cuidan y desde luego nos cuidamos. Yo creo que hay algo ahí, yo
hablo con mi mamá continuamente. Necesito hablar con ella, me da fuerza. Entre cosa
y cosa me pierdo para hablar con ella. La organización se asusta cada rato, pero
cuando vuelvo a aparecer siguen respirando tranquilos. Hace poquito conversé mucho
con ella. Me contó que cuando salió la noticia de que me habían matado en Tocaima
dijo: “No lo han cogido, no lo cogen”. Estaba absolutamente segura que a mí no me
cogían. Cuando mataron a un tipo González, dijeron que me habían matado; fueron
donde mi mamá y le dijeron: “Señora, acaba de morir su hijo”. Ella les contestó: “No,
no es cierto, estoy absolutamente segura que está vivo”. Le preguntaban cómo sabía,
y ella dijo: “Porque está escrito”.
Pero cómo, me dirás tú, cómo es posible que tú creas en eso, pues sí hermano, lo que
pasa es lo siguiente: a los tipos que les hacen cadena los vuelven inmortales. Te voy a
decir cómo. Si una persona es absolutamente sentida, constantemente querida, si en
ella se dan cita una cantidad de afectos fuertes, el afecto de la mamá, de las
hermanas, de la amante, de los amigos, esa cadena de afectos lo defiende de la
muerte, del peligro, lo vuelve casi inmortal. Por lo menos impide que lo maten a uno
así no más. Puede que uno se muera, pero esa cadena de afectos absolutos impide
que a uno lo maten. No que uno no se muera, contra eso no han inventado remedio. A
cada uno le llega su hora y a esa hora no se le puede mamar gallo, pero, la cadena de
afectos es una especie de inmunidad contra el azar. Cuando a uno le toca, le toca. La
cadena lo preserva a uno y lo ayuda a no caer cuando no le toca; es la fuerza del
afecto. Del amor de un poco de gente que lo ama a uno y que uno ama. Esa es la
cadena. Los hombres que no tienen amores constantes, absolutos, inflexibles, no son
amados y por tanto están solos. Son vulnerables, mortales. Hay que amar con
verraquera y hay que despertar el amor con verraquera. Esa es una vaina clave en
este paseo. Es una vaina clave para los líderes, es una vaina que siempre olvidan. En
un momento azaroso, imprevisible, sólo la fuerza que sobre uno han puesto y que uno
ha despertado puede salvarlo. Porque el amor es la certeza de la vida. Es la sensación
de la inmortalidad.
*A.M.* = “Flaco”, te has vuelto místico. No te conocía esa debilidad, siempre te había
creído un marxista.
¿Marxista? ¡Bah! Místico o no, hermano, estoy persuadido que eso funciona. En este
paseo de la revolución, la pasión es la gran palabra, es verbo, y tú sabrás qué es
eso...
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*A.M.* =...Pero Camilo Torres era un hombre apasionado, y sin embargo...
Sí. Apasionado, sí, un gran apasionado. Pero ¿sabes cuál era el problema? Que a
Camilo lo acompañaba una contrapasión. Siniestra. Terrible. Fabio Vásquez deseaba
que Camilo muriera y eso equivalía a matarlo en realidad. A Camilo no lo protegieron.
A mí no me dejan hacer ni siquiera una guardia, y no porque yo sea más bonito que
los compañeros. Allí hay un problema de concepción.
*A.M.* = Pero Jaime, de verdad verdad, ¿tu actúas diariamente con esa lógica?
Aún más, trabajo con la absoluta certeza en la eficacia de la transmisión de la pasión.
Yo no creo que se pueda hacer una revolución —nunca se ha hecho— sin desatar los
sentimientos y afectos más profundos de la gente. Creo más en la pasión que en la
ideología, o que en la teoría; es más, sólo cuando una ideología se vuelve apasionada,
sentida como su propia carne, se transforma en fuerza real. De lo contrario las
ideologías son meros divertimientos de academia. Creo que ésta es una desgracia
tremenda pero es así. Yo toda la vida he dado cursillos, cursos de cuanta pendejada
se le puede a uno ocurrir. Y los resultados son siempre los mismos, siempre
lánguidos. En cambio cuando recurro a la pasión, la respuesta es inmediata, tangible,
irrefutable.
*A.M.* = Eso te compromete como mago...
No; no es un problema de magia. Es un problema práctico. No es que yo esté contra lo
que se llama la capacitación ideológica, política, de la gente o de los cuadros. No.
Pero creo que en el momento actual el trabajo necesita más pasión que razón, más
agitación que formación. La gente cuando razona se vuelve lamentablemente lenta,
medrosa, pasiva, así discuta acaloradamente. ¿Acaso el razonamiento, el cultivo de la
razón, no supone como condición el sosiego?
*A.M.* = ¿No matizas?
No. Estoy hablando pragmáticamente. Si una persona discurre lógica y
desapasionadamente sobre lo del Cantón del Norte, colige —como se diría en ese
lenguaje— que es imposible hacerlo. Porque una persona razonable nunca hubiera
intentado hacer tal cosa. A sus ojos sería un disparate, y lo era. Pero los disparates
son necesarios. Lo mismo lo de la Embajada. Si uno se sienta a pensar en hacer una
locura de ésas, nunca se para a hacerla. Se necesita mucha locura, locura
apasionada, para llevar a cabo con éxito una operación de ésas. Porque la pasión
desencadena en la gente fuerzas escondidas. Intuiciones certeras, poderes que se
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hallan agazapados. Eso lo hemos probado con campesinos analfabetos, “brutos” que
llaman. Cuando en ellos se siembra la pasión les nace el sentido del poder, se les abre
el camino. Adquieren confianza en sí mismos, valor, destreza, desparpajo, conciencia
si quieres, conciencia en la posibilidad del poder.
*A.M.* = Muy mágico, “Flaco”, muy mágico...
Llámalo como quieras, idealismo, por ejemplo. Estoy de acuerdo. Sobre todo porque
nosotros, la izquierda, debemos despertar al idealismo. Nos hemos negado el
idealismo que es el puro sabor de la utopía, la fuerza de la crítica. Claro que despertar
ese idealismo en nosotros mismos y en la gente, no lo puede hacer cualquiera. Ese es
el problema. Los gnósticos llaman a los tipos que tienen esa capacidad de transmitir la
pasión y despertar el ideal, “comunicadores”. Porque al fin y al cabo se trata de un
ideal. Si uno llega donde los campesinos, donde los obreros y les dice: Compañeros,
la patria está perdida, la patria está sufriendo, etc, etc... Pues la gente comienza a
llorar. Hay que decir las cosas positivamente con ganas de hacerlas: queremos comer
bien, queremos vivir bien. Eso cala, eso despierta, eso anima. En este punto sí hay
una diferencia con los gnósticos porque ellos tienen una concepción errada de la
acción. Ellos tienen una carreta complicadísima sobre el amor y el placer; dicen que el
amor no se puede echar adentro sino afuera para que el placer no se lleve la fuerza.
En eso están equivocados. Mi mamá les dijo: “Déjense de pendejadas que polvo es
polvo, esto es Macondo y no el Himalaya”. Como si dijéramos, la vieja le aplicó al
gnosticismo el desarrollo del marxismo. Sin embargo ellos están superando eso poco
a poco. Porque de todas las corrientes orientalistas, la más reaccionaria era el
gnosticismo. Había que oír las posiciones sobre Vietnam y la era de Acuario. Pero han
cambiado. A nosotros nos manda felicitaciones cada rato el comité ejecutivo o como
se llame la dirección de ellos.
*A.M.* = Entonces los gnósticos te quieren.
Sí, hermano, ¿por qué crees que me hacen cadena? Van a la cárcel a visitar a
nuestros presos, nos ayudan de un modo o de otro. Y no solamente los gnósticos,
también los protestantes. Las mil sectas protestantes que hay en Colombia. Porque
Colombia dejó de ser un país exclusivamente católico.
Esos son cuentos de la Constitución del 86. A la gente hay que tratarla, hay que oírla,
hay que sentirla. La izquierda tradicional con la posición pendeja y racionalista del
marxismo, que supone que la única manera de mirar el mundo es a través de la
ciencia, se ha negado a ver la riqueza y las potencialidades de las manifestaciones
mágicas, religiosas, culturales, y de sus cambios rapidísimos, ligerísimos. La ciencia
anquilosa el mundo y anquilosa el pensamiento. Cuando a un marxista se le aparece
un brujo con barbas y cucharas, con yerbas y sonajeros no sabe qué hacer, se caga
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del susto, no lo mira, no lo respeta, porque el brujo no es científico, no es marxista...
Olvida que este país está lleno de brujos y de brujerías. La izquierda tradicional se
niega a ver la importancia que tienen las sectas, el pensamiento mágico, las
manifestaciones religiosas. Se niega a ver la pasión del pueblo. La gente de izquierda
la única posibilidad idealista que se permite es el marxismo leninismo y la teoría de la
plusvalía.
*A.M.* = Parte de la crítica que le haces a la izquierda tradicional, me parece que
plantea indirectamente un problema vital: el pluralismo en la revolución. Y no me
refiero al pluralismo de ideologías orgánicas sino a algo más sencillo, al pluralismo de
las ideas cotidianas que tiene la gente sobre uno u otro tópico, religioso, político, etc.
¿Cómo enfocas esto?
El Estado tiene que respetar, y sobre todo garantizar la posibilidad de que puedas
organizarte como mago con otros magos, que los gnósticos puedan organizarse como
gnósticos y los protestantes como tales. Esta es la libertad religiosa, pero
fundamentalmente la verdadera democracia; el derecho a la asociación y a la acción
asociada y de todas sus expresiones: su culto, su literatura, su liturgia, su música. A la
izquierda hay que hacerle ver la riqueza y la potencialidad que encierra la cultura del
pueblo, pero no la que le atribuyen los folcloristas, sino la cultura del pueblo, así,
sencillamente. A la izquierda hay que hacerle ver que la música popular es muy
superior a la Internacional, que por lo demás es un himno pasado de moda. Un
bambuco, por ejemplo, claro, un bambuco, un vallenato, una rumba de la Sonora, un
corrido, una cueca.
*A.M.* = Las cuecas me suenan a nostalgia de exiliado...
Usted no puede decir eso. La música de los chilenos es una música que encierra una
historia de luchas, que habla de gestas obreras. Ahí está la Cantata de Iquique para
contarlo. Eso fue tan verraco como lo de las Bananeras.
*A.M.* = Pero lo de las Bananeras, ustedes los costeños no lo cantan...
Lo bailamos, que es mucho mejor. Hay que bailar, hermano, hay que bailar. Hay que
bailar y hay que cantar, y no sólo a la muerte, ni cantar sólo las derrotas. Hay que
cantar a la vida, porque si se vive en función de la muerte, uno ya está muerto. Las
personas que viven sólo de los recuerdos están muertas, el recuerdo sin porvenir lo
único que trae es tristeza, y la tristeza no genera lucha nunca, nunca.
Movimientojaimebatemancayon@gmail.coml mar.