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lunes, 11 de enero de 2010

LOS PRESAGIOS Y LA MUERTE




LOS PRESAGIOS Y LA MUERTE

Hay que bailar y hay que cantar.
Y no sólo a la muerte, ni cantar sólo a las derrotas.
Hay, que cantar a la vida, porque si se vive en función
de la muerte, uno está ya muerto.
Jaime Bateman

"NO ERA EL FLACO QUE TODOS CONOCIMOS"


CRISTINA CAMPOALEGRE* (Escolta de Bateman en vísperas de su último viaje)


No había tenido mucho contacto con Bateman, pero cuando él fue a Santa Marta a dar
una entrevista, escuché decir que no tenían sino un solo hombre responsable para su
seguridad; iban a estar allí Fayad, Toledo, la Negra Nelly y otra gente, los más buscados
en ese momento; entonces yo me ofrecí y en ésa ocasión tuve la oportunidad de
conocerlo, de acercarme a él. Me vienen a la memoria cosas sueltas... Teníamos casas de
seguridad, de las que debíamos estar saliendo permanentemente porque, según rumores,
el Flaco estaba detectado. Después de esa entrevista, era de suponerse que el enemigo
sabía que él estaba allá. De él se decía que era muy alegre, el prototipo del hombre
caribeño, extrovertido, pero los últimos días de su vida fueron muy tristes... estaba muy
triste. Mientras Toledo y yo conversábamos de las cosas de la organización, el Flaco se la
pasaba por la playa caminando, sumido en una honda tristeza. En una ocasión le
pregunté si quería hablar con alguien (estábamos esperando que se cuadrara lo de la
avioneta); me parecía que a lo mejor era que yo no había sido lo suficientemente abierta
con él y que a lo mejor él necesitaba hablar con alguien. No, él estaba ensimismado,
sumido en sus pensamientos, seguramente con todo el peso enorme del momento
histórico que estábamos viviendo.
Movimiento 19 de abril, M-19
Movimiento Jaime Bateman Cayón
Los ojos todo el tiempo clavados en el Flaco
A veces creo que Bateman tuvo la premonición de su muerte. Cuando alguien va a
morirse hace antes cosas extrañas. Era un comportamiento raro, una especie de
despedida o algo así: Esa fue la impresión que me dio. Yo andaba con una verraca
Magnum y los ojos todo el tiempo clavados en el Flaco, pendiente de que no se le fuera a
acercar nadie. Un día cualquiera me quedé dormida tan sólo por unos segundos. Pues el
verraco Flaco se me escondió en la maleza y yo no lo podía encontrar, y la diarrea tan
terrible y el miedo que me dio, porque yo sabía todo lo que él representaba. ¿Te
imaginas? Yo era la responsable de su seguridad en ese momento y no había nadie más.
Estaba encargada también de cocinar. El hombre esperó por ahí una media hora para que
yo padeciera lo que tenía que padecer y se me apareció después, cagado de la risa. "Si no
me cuidas bien, te jodes. Tienes que estar pilas conmigo porque me van a matar".
Comenzó a decir cosas muy extrañas, Una noche tuvieron una discusión sobre la muerte.
Contó que él se encontró con su mamá y se despidió de ella. Yo esperaba 'algo más de él,
de un hombre que era el brujo para todos nosotros, el mago de la palabra. Pero no, esa
vez estuvo insistiendo permanentemente en que se debía montar una cobertura; que se
debía montar un aparato de seguridad para cuidarle la vida, porque seguro se iba a
morir. Más tarde leí la entrevista que le hicieron antes, una entrevista poética,
maravillosa, donde él habla también de la muerte y de la “cadena de los afectos" y otras
cosas muchísimo más profundas. Eso me da a mí una clara idea de cuál era el estado de
ánimo de Bateman en esos últimos días. Tuvo momentos alegres; jugando en la playa,
competía con nosotros a tirarle piedras a una olla. No soportaba que nadie le ganara y el
viejo Toledo le ganó. ¡Imagínate! Se portó como un niñito, se apartó de allí y estuvo como
veinte minutos dándole, hasta que logró pegarle a la olla. Esa vez se metió a las
profundidades y el mar estaba lleno de erizos. Nosotros estábamos alarmados porque un
erizo de esos le podía clavar una espina. Y él salió con una teoría maravillosa: que dizque
los erizos no lo picaban a él porque desde niño se había hecho amigo de ellos; que los
erizos de su tierra, Santa Marta, no lo picaban a él.
¡Nos iban a pedir la espada!
Habló también de la espada. Bateman era todo un diccionario de Bolívar. Vivía en función
de la espada cada segundo, cada minuto de su vida política. Empezó a vislumbrar la
posibilidad de una negociación ineludible y que en la negociación nos iban a pedir la
espada y que había que entregarla. Para mí, como militante, en ese momento, eso era un
golpe en la cara. Yo no podía comprender que cuando estábamos hablando de fortalecer
el ejército y la guerra, Bateman estuviera hablando de la posibilidad de entregar la
espada. Pero, bueno, la historia ha demostrado que él tenía razón y que además estaba
elaborando la política del futuro.
Un día cualquiera, lo sacamos. Hicimos una comida con la familia de él en alguna de las
playas cerca a Taganga, más allá, en un lugar que se llama Playa Linda. De golpe llegó
Movimiento 19 de abril, M-19
Movimiento Jaime Bateman Cayón
alguien en una lancha de motor y un negrito que estaba por ahí en la playa se acercó y
nos dijo: "¡Cuiden a su comandante!" —nosotros lo teníamos camuflado con una
cachucha, pero él no se podía camuflar en ninguna parte del mundo— "Cuiden a su
comandante, que el hombre que viene en la lancha, es un capitán del ejército". Nosotros
pensamos que podía ser un operativo contra Jaime, y lo escondimos detrás de un
acantilado, al lado, en donde la montaña se corta y entonces sólo queda el mar abierto;
por ese lado del risco lo escondimos. Esperábamos la lancha que se demoraba y pensé:
"Cada minuto que pase puede ser un minuto que se pierda para defenderle la vida aI
Flaco", Entonces agarré yo misma la canoa –en mi vida había remado-- y empecé a remar
pensando que el Flaco me estaba ayudando desde atrás, ¡y dele y dele! Cruzamos ese
pedazo de mar; fue violento, sobre todo si uno no sabe remar. Y yo remaba, pensando:
"Ahí viene el Flaco ayudándome". Y cuando íbamos como en la mitad volteo a mirarlo para
ver qué tan agotado estaba él, porque no articulaba palabra; lo volteo a mirar y el verraco
estaba muerto de la risa. Pues no estaba remando. Yo llegué con las manos llenas de
sangre pera lo sacamos al otro lado. El sabía que no pasaba nada grave, que nosotros
estábamos alarmados por nada, y aprovechó para mamar gallo.
No quería volar
Fíjense, él no quería volar en esa avioneta, porque desde la venida de: Panamá a Santa
Marta tuvieron problemas. Parece que hubo un vacío y se golpearon contra el techo, y él
no quería, pero temía que salir. Nos vimos en unos líos tremendos para convencer al
piloto de que volviera a llevar al Flaco a Panamá; y llevamos al Flaco hasta el avión.
Estaba muy preocupado, no era el hombre de siempre; no era el Flaco que todos
conocimos.
Le hacían resúmenes de libros
Otra cosa del Flaco que me impactó mucho es que yo me había hecho a la idea de que un
hombre de la talla de él tenía que ser todo un intelectual. ¡Y me encontré con cosas como
que los compañeros le leían y le hacían resúmenes dé los libros porque a él daba pereza!
Era muy intuitivo en la política, un hombre inspirado; había estudiado ciencias políticas
en la URSS, pero yo me imagino que fue algún cursito. Tenía una inteligencia privilegiada
y una capacidad increíble para ver al país, pera lejos de ser un intelectual. Tenía incluso
ciertas reticencias con los intelectuales. Particularmente esa noche que conversamos y
hablamos sobre la muerte, estuvo hablándome de los intelectuales casi en el tono del
discurso clásico marxista sobre los intelectuales. Eso me impactó de él.
¡Pero servirles la comida no!
Todo lo que pasó esa vez fue muy rápido, y yo siempre como desde un rincón, viéndolo.
Un día le hicieron una entrevista en una casa unos periodistas extranjeros y yo andaba
muy reacia con ese cuento de tener que ir a cocinar. ¡Qué papel ese!; hasta asumí dar la
vida en un momento de conflicto por él ¿me entiendes? Yo sabía que este era mi deber y
Movimiento 19 de abril, M-19
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lo hubiera hecho con un placer infinito, pero servirles la comida no, eso a mí no me
cuadraba. Y entonces me obligó. Bueno, entonces serví la; comidas y me quedé en la
cocina haciendo un estrago feminista depravador, cuando el hombre entra y me dice:
"Tengo un peso del caraja Con esa entrevista; ¿por qué no vienes y me ayudas?" El era
eso, un hacedor de cuadras. No era un monstruo que estuviera tratando de aplastar a la
compañera. Y, clara, serví las comidas. Fue muy lindo el contacto con él en esos sus
últimos días. Fue algo muy importante para mi vida y pienso también que para la vida de
todos los que estuvimos con él en esos momentos. Un día me liberé, [qué caraja! Y nos
fuimos con él y con Nelly una tarde a jugar con unas llantas a una piscina de Santa
Marta; queríamos que él se fuera con algún día de haber gozado, de haberse reído como
un niño. Fue muy lindo; estuvimos jugando toda esa tarde y riéndonos a carcajadas y
olvidándonos del país.
El Flaco sollado
De pronto volteo a mirar y el verraco llevaba quién sabe cuánto tiempo mirándome, como
si yo fuera un espectáculo; cuando lo descubrí, se hizo el bobo. Fue el único momento en
que pude ver al Flaco, pero a otro Flaco, el morrogoso, el mujeriego, el sollado, pero aún
ese día los ojos de él estaban tristes. Dijo que la revolución era una fiesta; lo dijo con tal
calidez, que para mí él es el hombre que reivindicó la cultura caribeña como la potencia
cultural que se va a tragar a América Latina.
El peso de todo en ese Flaco güevón
Por la noche Yaneth y Fayad y Toledo se reunían y yo no me podía meter ahí. Yo tenía que
estar vigilando. Yo pasaba y los miraba; por eso tal vez ellos no podían ver lo que yo veía,
o tal vez' necesitaban conservar la imagen del Flaco muerto de la risa. Pero ese no fue el
Flaco de los últimos días. Es que cuando vos hablás con los compañeros que están
rozando los límites de la muerte, su comportamiento cambia totalmente. Entonces
hablábamos de eso, de recorrer los pasos. Esa fue la razón que yo me di de la tristeza
profunda del Flaco. Margot me decía que ella también sabía que el Flaco tenía una gran
tristeza y sobre todo una preocupación muy grande sobre cómo era que iban a sacar
adelante todo este proceso. Parecía muy agobiado por eso, como si tuviera en ese
momento nadie en quién apoyarse. Sobre él recaía el peso de toda la organización, el
peso de las propuestas, el peso de todo en ese Flaco güevón.
Que "el paquete" no les había llegado
Yo lo veo así... Pienso que dentro de su corazón, podía estar intuyendo algo. Lo dejamos
en la avioneta, se fue y nos regresamos a "limpiar" las casas, porque habíamos dejado
libros, camisas, etc.; que no quedara nada, por si después venía un allanamiento o algo
así. De pronto en una de esas casas entró una llamada de Panamá diciendo que "el
paquete" no les había llegado ¿Te podrás imaginar el dolor y la desesperación nuestra?
¡Uno consideraba que Bateman era inmortal, que podrían sucederle muchas cosas, que lo
podían coger, pero morirse no, él no se podía morir! Nos fuimos en un carro, con un
Movimiento 19 de abril, M-19
Movimiento Jaime Bateman Cayón
compañero, a una velocidad impresionante hasta el aeropuerto a preguntar los datos,
corriendo de un lado a otro, frenéticos, tratando de probar que eso era imposible. El
dolor iba ya muy hondo porque acababan de decir que en esa selva no había posibilidad
de salvación. Era como sentir que se aplastaba el proceso, que desaparecía una
esperanza. No nos sentíamos militantes, nos sentíamos colombianos. Era a Colombia a la
que se le había muerto el papá... Un dolor muy hondo. La organización se sintió muy mal.
En una conferencia públicamente se declaró el sentimiento de orfandad de la
organización. Eso fue muy duro para los dirigentes que quedaron. Pero la sombra del
Flaco crecerá, porque él pesa mucho sobre este país.