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jueves, 10 de septiembre de 2009

Rafael Vergara...NACIMIENTO


Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar.

Rafael Vergara



NACIMIENTO




Luz ondulante

caminante de mar,

selvas

nieves eternas

historias

truncas.



Bóveda infinita

estrellada,

saturada de luceros,

cometas,

visiones.


Hay susurros…

Cortos silencios,

vaivenes variantes

musicalidad ondulatoria

brisa acariciante,



mirada plena

satisfecha

de luna llena,

concierto de luces

y sombras,

de pronto:

un grito,

herencia de tiempos,

reivindicaciones.

injusticia

sentimientos.



Un nuevo viajero

mueve incesante sus manos

encontrando espacio

iniciando vuelo.



Viene del

mar,

de las laderas salitradas,

del mundo Tayrona,

de la Sierra

eterna,

nevada

origen de aguas y vientos

aires,

sabiduría milenaria

testigo de amores y violencias,

audacias,

extravíos.



Desde sus alturas,

todo se ve:

resaltan azules,

aguamarina,

verdes.



Allí están

extensos platanares

con sus historias de gringos

y ferrocarriles llenos de banano

y muertos,

mis hermanos,

los de siempre

los que ponen el sudor

las manos,

su suerte.



En su génesis

destellantes se abren sus ojos

reciben nacientes

la mirada disparada por Bolívar

desde su lecho de muerte.



Denunciante

la voz vibrante

de Jorge Eliécer Gaitán,

acuna sentimientos:

nace su desprecio a los oligarcas

los prostituidos,

de rodilla en tierra

ante el yankee

comprador

humillante.





Los Arhuacos y mamos Koguis le contaron historias de un mundo armonioso,

de equilibrios,

amores

respeto.



Y, después,

depredaciones

saqueos sacrílegos.



Conoció así la presencia de su ayer.



Desde los palenques

un tambor retumbando en sus venas sembró en sus carnes ritmo y consciencia de la injuria del negro esclavizado,

mendicante y desunido.



En su pecho le brotó

amor,

esperanzas,

optimismo

valentía,

valores.



Así se nutrió enorme

su dignidad,

la que sembró por doquier.



Nació en un sitio de este mundo:

allí,

cerca de tus ojos,

en Colombia,

la cotidiana,

la del pueblo común y silvestre,

esa donde

-contrastando-

con plenitudes,

fertilidades

azules intensos

verdores

muere la gente,

los niños,

las flores.



La muerte cabalga y abarca ríos,

aire,

suelo

soberanías,

esa Nación que amó

donde se vive y se muere

en demasía,

la de la violencia

pan nuestro de cada día.