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lunes, 28 de diciembre de 2009

sábado, 26 de diciembre de 2009

El Imperio está en su final, por que Vietnam Ganó.

Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar.

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Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar

NUEVOS VIDEOS DEL BATEMAN OCTAVA CONFERENCIA DEL M-19 EN 1982

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Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar


Sinopsis
JFK, la impactante película sobre los disparos que se escucharon alrededor del mundo y el misterio que los rodea, una de las cintas mas provocativas de todos los tiempos. Aclamada por la crítica y premiada, jugó un importante papel en el debate nacional que culminó con la aprobación del acta de revelacion de material.

viernes, 25 de diciembre de 2009

YouTube - Los Victorinos - Capitulo 1(2|5)

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Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar.

Omaggio a Jaime Bateman

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Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar.

TeleSURtv.net - Colombia no llevará a la CPI el asesinato del gobernador de Caquetá

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La decisión del gobierno colombiano de llevar el caso del gobernador de Caquetá ante la Corte Penal Internacional generó gran controversia entre funcionarios colombianos pues consideran que con esta acción se admitiría que la justicia colombiana no es capaz de aclarar el asesinato a pocos días de ocurrido.


Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar.

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YouTube - América latina y los desafíos de la izquierda, parte 1

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Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar.

Que Belisario acepte responsabilidad por tragedia del Palacio de Justicia - Noticias de Justicia en Colombia - ELTIEMPO.COM

Que Belisario acepte responsabilidad por tragedia del Palacio de Justicia - Noticias de Justicia en Colombia - ELTIEMPO.COM

Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

jaime bateman cayon} - Imágenes de Google

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Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar.

“IVAN Y EL FLACO SE QUERÍAN MUCHO PORQUE PELEABAN TODOS LOS DÍAS DE LA VIDA”





“IVAN Y EL FLACO SE QUERÍAN MUCHO PORQUE PELEABAN TODOS LOS DÍAS DE LA VIDA”



Fanny De Ospina (Militante del M-19. Esposa
de Iván Marino Ospina)
Conocí al Flaco en el año 62; éramos militantes de la JUCO. El trabajaba en Bogotá y yo
en Pereira. Cuando había festivales o algún acto político en esta ciudad, él iba como
delegado de la Juventud; allí trabajábamos juntos. En el 64, cuando me casé con Iván
Marino, llegaron á ser buenísimos amigos. El Flaco llegaba siempre a la casa. En esa
época vivíamos en una piecita en Pereira. Él no iba a ningún hotel ni nada, sino que se
iba a dormir con nosotros. Y como no teníamos sino una sola cama; entonces dormíamos
los tres juntos. Y como él era tan grande y la pieza tan chiquita, por la noche, cuando se
caían las ollas, era que al Flaco le sobraban los pies y todo lo que había cerca lo
tumbaba. El estuvo en las FARC con Iván Marino.
Yo a él lo quise mucho
Yo en alguna Oportunidad hice una marcha con ellos. Estaba en embarazo de mi segundo
hijo, de Diego Hernán, pero me tuve que quedar en una finquita porque tenía ya siete
meses y me sentí mal. “Bueno, compañera, ¿qué se le ofrece para arriba?”, me
preguntaban los compañeros. “Dígales que estoy bien, que nada todavía, que no ha
nacido el niño, que más bien en qué le podemos ayudar”. Transcurrieron los meses que
faltaban. Un día, cuando menos lo esperaba, llegó el Flaco y yo casi me muero de alegría
porque lo quise como si fuera mi hermano... Él llegó y yo ya tenía mi niño. “¿Qué tuvo?
¿Un niño? ¡Qué bueno! Tenemos que mandarle a decir a Iván que le ofrecemos el niño”.
Movimiento 19 de abril, M-19
Movimiento Jaime Bateman Cayón
Por ahí al mes bajó Iván a conocer a su hijo y el Flaco, mientras tanto, bregando con lo
poquito que tenía. Después de esa época Iván salió de las FARC y se fue a vivir a
Venezuela y yo dejé de ver al Flaco muchísimo tiempo.
¡Hijueputa, me tocó este parto a mí!
Me fui con Iván a Venezuela y volví a ver al Flaco cuando ya él se había salido de las FARC
y empezaron los dos a construir el M-19. Entonces estrechamos mucho más la amistad
porque nos visitábamos mucho. El Flaco llegaba a mí casa como si fuera la de él. Llegaba,
comía, dormía. A nosotros nos daba mucha alegría que él llegara. Fue pasando el tiempo
y por ahí en el 70 yo dejé de verlo. Estaban tan ocupados en sus cosas... Una vez Iván
estaba haciendo un trabajo especial en Venezuela, yo estaba embarazada de mi tercer hijo
y el Flaco se creía responsable de mí y me visitaba para saber qué me faltaba. Comía en
mi casa y estaba pendiente de todo. Llegó un 7 de diciembre del 75 a mi casa y me
encontró con los dolores del parto. Entonces se asustó: “¡Hijueputa, me tocó este parto a
mí!” Estuvo ahí pendiente todo el tiempo y me llevó al médico. El médico me examinó y
dijo: “Todavía no es, váyase para su casa. Tiene que caminar mucho”, Y el Flaco se puso
a caminar conmigo, a caminar y a mamar gallo como siempre. “¿Cómo le vas a poner al
niño?” “Iván quiere que lo ponga Camilo Ernesto”. “No, no lo vaya a poner Camilo
Ernesto, hermana, a mí no me gusta ese nombre, póngale cualquier otro nombre, pero no
se deje gobernar así de Iván”, “Ah, bueno, entonces no lo pongo así, pues”. Mis dos hijos
mayores tenían 9 y 10 años; les encantaba que él llegara a la casa porque jugaba y se
tiraba al suelo con ellos y decía que le daba un premio al que fuera capaz de subirlo a la
cama. Jugaba fútbol, parqués, de todo. EI 9 de diciembre llegó Iván y el Flaco le dijo:
“¡Ay!, hermano, siquiera llegó. Aquí le dejo el carro para que movilice a Fanny y yo me
voy en bus”. Y se fue en bus.
Estaba muy pendiente de nosotros
Lo recuerdo siempre con mucho cariño porque personas como él hay poquitas en este
mundo. Después vino una etapa muy difícil: el robo de las armas y tantos allanamientos.
Nosotros, detenidos con tanta otra gente. No nos pudimos volver a ver. Después yo viajé a
La Habana en el 81 y me Io volví a encontrar allá varias veces. Él iba a visitarnos
siempre. En esa época lo pude ver con más facilidad y con más tranquilidad, sin miedo de
que lo fueran a coger, de que le fueran hacer algo. Estaba muy, muy pendiente de
nosotros.
Iván y el Flaco se querían mucho porque peleaban todos los días de la vida. Por cualquier
cosita se prendían; peto se querían mucho. Iván hacía mucho caso de lo que Pablo le
decía y él en muchas oportunidades también le hacía caso a Iván.
Le dio durísimo la muerte del Flaco...
Jaime era un hombre muy alegre, costeño. Para todo tenía un chiste, todo lo veía con
alegría. Iván era un hombre seco, muy serio. No sé cómo se entendían tan bien. Tal vez
por eso mismo. Cuando la muerte de Baternan, a Iván le dio muy duro. Tan duro, tan
Movimiento 19 de abril, M-19
Movimiento Jaime Bateman Cayón
duro, que tuvo parálisis facial. Estuvo en un hospital, enfermísimo. Le dio durísimo la
muerte del Flaco.
Prepararse para seguir
Se enteró de la muerte del Flaco cuando estaba en el Caquetá, perdido con sus hombres
en la selva y nadie podía encontrarlo para darle la terrible noticia. Llevaba como ocho
meses perdido. Se les habían acabado las pilas y no tenían ni siquiera radio. No habían
escuchado la noticia de la muerte de Jaime. Se mandaron comisiones por diferentes
partes para buscarlos, hasta que los encontraron y Arjaíd les mandó una carta en la que
le contaba a Iván que el Flaco había muerto y que había que prepararse para seguir
adelante.
Iván estuvo enfermo, mal, mal, con la cara paralizada, la boca torcida, por ahí unos
quince días; ya después se fue recuperando, recuperando, pero nunca del todo. Hasta su
propia muerte, Iván Marino no pudo superar la muerte de Jaime. Nunca la superó. Decía:
“Dios mío, ¿por qué se tuvo que morir este tipo, por qué?” Sentía mucho dolor.
¡Se le cayó la peluca!
Iván le hablaba a todo el mundo del Flaco. A todo el mundo le contaba las anécdotas de
los dos. Por ejemplo, cuando estaban iniciando el M-19, cuando había tan poca gente que
ellos hacían todas las cosas, iban juntos a los operativos. Una vez el Flaco se puso una
peluca porque iban a “trabajar” un banco y al salir corriendo se le cayó la peluca. ¡Iván
siempre contaba eso y se moría de la risa!
Vine por la carta y a despedirme
Lo vi muy seguido en La Habana. La última vez, a finales de marzo del 83, salió el 7 de
abril exactamente. Ese día fue a despedirse. A las 3 de la mañana tocó la puerta; yo salí,
lo vi y le pregunté: “¿Usted por qué está aquí a estas horas?” “Vengo a despedirme.
Vuelvo dentro ele quince días”. Yo siempre tenía una carta para Iván. “Vine por la carta y
a despedirme”. Le entregué la carta; se estuvo un rato, por ahí unos cuarenta minutos.
Mis hijos estaban dormidos. Le recomendé que se cuidara, que de pronto lo mataban.
“Tranquila, tranquila, a mí no me pasa nada”. Me di cuenta a principios de mayo de que
se había muerto y me dio muy duro, tan duro...
Se mentaron la madre
Recuerdo que Iván y el Flaco tuvieron disgustos, pero nunca delante de mí. Se mentaban
la madre. Iván me contaba por su lado y Jaime también por el otro: “Tuve un disgusto con
ese marido suyo”. A mí nunca me tocó verlos. Yo quería tanto a Jaime que cada vez que
peleaba con mi marido yo le contaba a Jaime y le decía: “Regáñelo, regáñelo porque él le
hace caso a usted”. “Eso no se hace”, le decía. Iván se ponía después bravo conmigo.
“Me hiciste quedar como un zapato delante de Jaime” y yo le contestaba: “¡Para qué
aprenda, carajo!”
Movimiento 19 de abril, M-19
Movimiento Jaime Bateman Cayón
Los pantalones le quedaban “alquilando”
Pablo andaba nada más con lo que tenía puesto. Yo le buscaba ropa de Iván, pero los
pantalones le quedaban alquilando, altísimos. A él no le gustaba que yo se los planchara,
que les quitara el quiebre.
Cuando él nos visitaba, para mí y para mis hijos era todo un paseo, pero para Iván era
siempre una reunión. Íbamos a la orilla del rio y hacíamos la comida. Ellos se reunían y
mientras tanto nosotros hacíamos el almuerzo, nos bañábamos y ellos a la reunión, a
planificar. Lo queríamos mucho, mucho.
“JAIME


sábado, 19 de diciembre de 2009

"NO ERA EL FLACO QUE TODOS CONOCIMOS"




comillas"NO ERA EL FLACO QUE TODOS CONOCIMOS"



CRISTINA CAMPOALEGRE* (Escolta de Bateman en vísperas de su último viaje)


No había tenido mucho contacto con Bateman, pero cuando él fue a Santa Marta a dar
una entrevista, escuché decir que no tenían sino un solo hombre responsable para su
seguridad; iban a estar allí Fayad, Toledo, la Negra Nelly y otra gente, los más buscados
en ese momento; entonces yo me ofrecí y en ésa ocasión tuve la oportunidad de
conocerlo, de acercarme a él. Me vienen a la memoria cosas sueltas... Teníamos casas de
seguridad, de las que debíamos estar saliendo permanentemente porque, según rumores,
el Flaco estaba detectado. Después de esa entrevista, era de suponerse que el enemigo
sabía que él estaba allá. De él se decía que era muy alegre, el prototipo del hombre
caribeño, extrovertido, pero los últimos días de su vida fueron muy tristes... estaba muy
triste. Mientras Toledo y yo conversábamos de las cosas de la organización, el Flaco se la
pasaba por la playa caminando, sumido en una honda tristeza. En una ocasión le
pregunté si quería hablar con alguien (estábamos esperando que se cuadrara lo de la
avioneta); me parecía que a lo mejor era que yo no había sido lo suficientemente abierta
con él y que a lo mejor él necesitaba hablar con alguien. No, él estaba ensimismado,
sumido en sus pensamientos, seguramente con todo el peso enorme del momento
histórico que estábamos viviendo.
Movimiento 19 de abril, M-19
Movimiento Jaime Bateman Cayón
Los ojos todo el tiempo clavados en el Flaco
A veces creo que Bateman tuvo la premonición de su muerte. Cuando alguien va a
morirse hace antes cosas extrañas. Era un comportamiento raro, una especie de
despedida o algo así: Esa fue la impresión que me dio. Yo andaba con una verraca
Magnum y los ojos todo el tiempo clavados en el Flaco, pendiente de que no se le fuera a
acercar nadie. Un día cualquiera me quedé dormida tan sólo por unos segundos. Pues el
verraco Flaco se me escondió en la maleza y yo no lo podía encontrar, y la diarrea tan
terrible y el miedo que me dio, porque yo sabía todo lo que él representaba. ¿Te
imaginas? Yo era la responsable de su seguridad en ese momento y no había nadie más.
Estaba encargada también de cocinar. El hombre esperó por ahí una media hora para que
yo padeciera lo que tenía que padecer y se me apareció después, cagado de la risa. "Si no
me cuidas bien, te jodes. Tienes que estar pilas conmigo porque me van a matar".
Comenzó a decir cosas muy extrañas, Una noche tuvieron una discusión sobre la muerte.
Contó que él se encontró con su mamá y se despidió de ella. Yo esperaba 'algo más de él,
de un hombre que era el brujo para todos nosotros, el mago de la palabra. Pero no, esa
vez estuvo insistiendo permanentemente en que se debía montar una cobertura; que se
debía montar un aparato de seguridad para cuidarle la vida, porque seguro se iba a
morir. Más tarde leí la entrevista que le hicieron antes, una entrevista poética,
maravillosa, donde él habla también de la muerte y de la “cadena de los afectos" y otras
cosas muchísimo más profundas. Eso me da a mí una clara idea de cuál era el estado de
ánimo de Bateman en esos últimos días. Tuvo momentos alegres; jugando en la playa,
competía con nosotros a tirarle piedras a una olla. No soportaba que nadie le ganara y el
viejo Toledo le ganó. ¡Imagínate! Se portó como un niñito, se apartó de allí y estuvo como
veinte minutos dándole, hasta que logró pegarle a la olla. Esa vez se metió a las
profundidades y el mar estaba lleno de erizos. Nosotros estábamos alarmados porque un
erizo de esos le podía clavar una espina. Y él salió con una teoría maravillosa: que dizque
los erizos no lo picaban a él porque desde niño se había hecho amigo de ellos; que los
erizos de su tierra, Santa Marta, no lo picaban a él.
¡Nos iban a pedir la espada!
Habló también de la espada. Bateman era todo un diccionario de Bolívar. Vivía en función
de la espada cada segundo, cada minuto de su vida política. Empezó a vislumbrar la
posibilidad de una negociación ineludible y que en la negociación nos iban a pedir la
espada y que había que entregarla. Para mí, como militante, en ese momento, eso era un
golpe en la cara. Yo no podía comprender que cuando estábamos hablando de fortalecer
el ejército y la guerra, Bateman estuviera hablando de la posibilidad de entregar la
espada. Pero, bueno, la historia ha demostrado que él tenía razón y que además estaba
elaborando la política del futuro.
Un día cualquiera, lo sacamos. Hicimos una comida con la familia de él en alguna de las
playas cerca a Taganga, más allá, en un lugar que se llama Playa Linda. De golpe llegó
Movimiento 19 de abril, M-19
Movimiento Jaime Bateman Cayón
alguien en una lancha de motor y un negrito que estaba por ahí en la playa se acercó y
nos dijo: "¡Cuiden a su comandante!" —nosotros lo teníamos camuflado con una
cachucha, pero él no se podía camuflar en ninguna parte del mundo— "Cuiden a su
comandante, que el hombre que viene en la lancha, es un capitán del ejército". Nosotros
pensamos que podía ser un operativo contra Jaime, y lo escondimos detrás de un
acantilado, al lado, en donde la montaña se corta y entonces sólo queda el mar abierto;
por ese lado del risco lo escondimos. Esperábamos la lancha que se demoraba y pensé:
"Cada minuto que pase puede ser un minuto que se pierda para defenderle la vida aI
Flaco", Entonces agarré yo misma la canoa –en mi vida había remado-- y empecé a remar
pensando que el Flaco me estaba ayudando desde atrás, ¡y dele y dele! Cruzamos ese
pedazo de mar; fue violento, sobre todo si uno no sabe remar. Y yo remaba, pensando:
"Ahí viene el Flaco ayudándome". Y cuando íbamos como en la mitad volteo a mirarlo para
ver qué tan agotado estaba él, porque no articulaba palabra; lo volteo a mirar y el verraco
estaba muerto de la risa. Pues no estaba remando. Yo llegué con las manos llenas de
sangre pera lo sacamos al otro lado. El sabía que no pasaba nada grave, que nosotros
estábamos alarmados por nada, y aprovechó para mamar gallo.
No quería volar
Fíjense, él no quería volar en esa avioneta, porque desde la venida de: Panamá a Santa
Marta tuvieron problemas. Parece que hubo un vacío y se golpearon contra el techo, y él
no quería, pero temía que salir. Nos vimos en unos líos tremendos para convencer al
piloto de que volviera a llevar al Flaco a Panamá; y llevamos al Flaco hasta el avión.
Estaba muy preocupado, no era el hombre de siempre; no era el Flaco que todos
conocimos.
Le hacían resúmenes de libros
Otra cosa del Flaco que me impactó mucho es que yo me había hecho a la idea de que un
hombre de la talla de él tenía que ser todo un intelectual. ¡Y me encontré con cosas como
que los compañeros le leían y le hacían resúmenes dé los libros porque a él daba pereza!
Era muy intuitivo en la política, un hombre inspirado; había estudiado ciencias políticas
en la URSS, pero yo me imagino que fue algún cursito. Tenía una inteligencia privilegiada
y una capacidad increíble para ver al país, pera lejos de ser un intelectual. Tenía incluso
ciertas reticencias con los intelectuales. Particularmente esa noche que conversamos y
hablamos sobre la muerte, estuvo hablándome de los intelectuales casi en el tono del
discurso clásico marxista sobre los intelectuales. Eso me impactó de él.
¡Pero servirles la comida no!
Todo lo que pasó esa vez fue muy rápido, y yo siempre como desde un rincón, viéndolo.
Un día le hicieron una entrevista en una casa unos periodistas extranjeros y yo andaba
muy reacia con ese cuento de tener que ir a cocinar. ¡Qué papel ese!; hasta asumí dar la
vida en un momento de conflicto por él ¿me entiendes? Yo sabía que este era mi deber y
Movimiento 19 de abril, M-19
Movimiento Jaime Bateman Cayón
lo hubiera hecho con un placer infinito, pero servirles la comida no, eso a mí no me
cuadraba. Y entonces me obligó. Bueno, entonces serví la; comidas y me quedé en la
cocina haciendo un estrago feminista depravador, cuando el hombre entra y me dice:
"Tengo un peso del caraja Con esa entrevista; ¿por qué no vienes y me ayudas?" El era
eso, un hacedor de cuadras. No era un monstruo que estuviera tratando de aplastar a la
compañera. Y, clara, serví las comidas. Fue muy lindo el contacto con él en esos sus
últimos días. Fue algo muy importante para mi vida y pienso también que para la vida de
todos los que estuvimos con él en esos momentos. Un día me liberé, [qué caraja! Y nos
fuimos con él y con Nelly una tarde a jugar con unas llantas a una piscina de Santa
Marta; queríamos que él se fuera con algún día de haber gozado, de haberse reído como
un niño. Fue muy lindo; estuvimos jugando toda esa tarde y riéndonos a carcajadas y
olvidándonos del país.
El Flaco sollado
De pronto volteo a mirar y el verraco llevaba quién sabe cuánto tiempo mirándome, como
si yo fuera un espectáculo; cuando lo descubrí, se hizo el bobo. Fue el único momento en
que pude ver al Flaco, pero a otro Flaco, el morrogoso, el mujeriego, el sollado, pero aún
ese día los ojos de él estaban tristes. Dijo que la revolución era una fiesta; lo dijo con tal
calidez, que para mí él es el hombre que reivindicó la cultura caribeña como la potencia
cultural que se va a tragar a América Latina.
El peso de todo en ese Flaco güevón
Por la noche Yaneth y Fayad y Toledo se reunían y yo no me podía meter ahí. Yo tenía que
estar vigilando. Yo pasaba y los miraba; por eso tal vez ellos no podían ver lo que yo veía,
o tal vez' necesitaban conservar la imagen del Flaco muerto de la risa. Pero ese no fue el
Flaco de los últimos días. Es que cuando vos hablás con los compañeros que están
rozando los límites de la muerte, su comportamiento cambia totalmente. Entonces
hablábamos de eso, de recorrer los pasos. Esa fue la razón que yo me di de la tristeza
profunda del Flaco. Margot me decía que ella también sabía que el Flaco tenía una gran
tristeza y sobre todo una preocupación muy grande sobre cómo era que iban a sacar
adelante todo este proceso. Parecía muy agobiado por eso, como si tuviera en ese
momento nadie en quién apoyarse. Sobre él recaía el peso de toda la organización, el
peso de las propuestas, el peso de todo en ese Flaco güevón.
Que "el paquete" no les había llegado
Yo lo veo así... Pienso que dentro de su corazón, podía estar intuyendo algo. Lo dejamos
en la avioneta, se fue y nos regresamos a "limpiar" las casas, porque habíamos dejado
libros, camisas, etc.; que no quedara nada, por si después venía un allanamiento o algo
así. De pronto en una de esas casas entró una llamada de Panamá diciendo que "el
paquete" no les había llegado ¿Te podrás imaginar el dolor y la desesperación nuestra?
¡Uno consideraba que Bateman era inmortal, que podrían sucederle muchas cosas, que lo
podían coger, pero morirse no, él no se podía morir! Nos fuimos en un carro, con un
Movimiento 19 de abril, M-19
Movimiento Jaime Bateman Cayón
compañero, a una velocidad impresionante hasta el aeropuerto a preguntar los datos,
corriendo de un lado a otro, frenéticos, tratando de probar que eso era imposible. El
dolor iba ya muy hondo porque acababan de decir que en esa selva no había posibilidad
de salvación. Era como sentir que se aplastaba el proceso, que desaparecía una
esperanza. No nos sentíamos militantes, nos sentíamos colombianos. Era a Colombia a la
que se le había muerto el papá... Un dolor muy hondo. La organización se sintió muy mal.
En una conferencia públicamente se declaró el sentimiento de orfandad de la
organización. Eso fue muy duro para los dirigentes que quedaron. Pero la sombra del
Flaco crecerá, porque él pesa mucho sobre este país.comillas

Bateman Historia Multiple por Patricia Ariza, Pegyy y Clara Romero Bateman

VIII Conferencia Nacional M-19 Parte 3

VIII Conferencia Nacional M-19 Parte 4

VIII Conferencia Nacional M-19 Parte 2

VIII Conferencia Nacional M-19 Parte 1

viernes, 18 de diciembre de 2009

Ya no soy la persona alegre que bailaba.











Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar

."VINE A VERTE A TI Y AL MAR"

Clementina Cayón (Madre de Jaime Bateman Cayón. Militante del MRL.
Defensora de los presos políticos).
Yo parí a Jaime Bateman Cayó n en una tarde calurosa del mes de abril de 1940,
en mi casa colonial en Santa Marta, Era mi tercer hijo y ya antes de nacer le tenía su
nombre: se llamaría Jaime. Era la casa de nuestros padres, donde habíamos nacido todos
nuestros hermanos. Jaime nació el 23 de abril a las dos de la madrugada. Lloraba con
grito fuerte. Tenía la energía de los seres que protestan por llegar a un sitio desconocido.
Llegó a la vida protestando y así fue su vida; protestar por las injusticias que se cometen
a diario con los seres de este planeta tierra. Era el guerrillero que había venido al mundo.
Más tarde su madre sufriría por él, lucharía por él y sería solidaria con i todas sus
actuaciones. Lo respaldaba, le daba ánimos; es que Jaime vino a cumplir una misión de
unir a los hombres que saben sacrificarse por los demás.
Cordón umbilical
Yo he dividido mis sentimientos en dos partes: una para adorara mis hijos, otra
para venerarlos en el altar de mi espíritu. Fuerzas poderosas, más poderosas aún que
nuestro propio destino, me han unido a mis hijos, especialmente a mi último hijo. He
estado a su lado y lo he respaldado en todos sus actos. He estado unida a él en
espíritu. Como dijo el doctor García Márquez, aún estábamos unidos por el cordón
umbilical.
Jaime quería construir algo que mejorara la situación de toda la gente; construir
algo, servir de algo, dejar un grano de arena... hacer cosas, hacer cosas...
Su vientre, una universidad
Yo siempre fui izquierdista. Milité con López en el MRL. Recuerdo que íbamos a
Pescadito, un barrio muy grande que tiene Santa Marta, y hacíamos reuniones con mucha
gente. Una vez le avisaron a la policía y vinieron muchos. Le dieron una paliza a López,
que nosotros tuvimos que quitarle a la policía de encima. Quizás él no lo recuerde. Un
periodista me preguntó una vez que si yo había plagiado a mi hijo en la política, y yo le
contesté: "Pero oiga, yo lo parí, quizás la enseñanza la tomó del vientre mío".
Yo consentí a Jaime desde chiquito. Era un niño tranquiló, de un carácter pasivo.
Jaime, de jovencito, le tenía miedo alas otros para pelear. Siempre que un pelao le
buscaba pleito, él llamaba a su hermano, Carlos, para que lo defendiera. El me decía que
la pelea no le gustaba. Yo me imagino que era por la pierna que tenía mala a raíz de un
accidente. El toda.la vida fue pacifico, nunca fue violento.
Movimiento 19 de abril, M-19
Movimiento Jaime Bateman Cayón
Cambio de cuento
Cambió cuando entró al bachillerato, Una vez lo iban a expulsar del colegio porque
le dijo a un cura que le cambiara "el cuento". Eran los relatos de la biblia que les hadan
todos los años. Y le dijo: "Padre, ¿por qué no nos cambia el cuento de todos los años?"
Perdió el último año en el Liceo, pero fue por persecución, Ya en ese entonces reunía a
los muchachos del colegio para hacer mítines. El rector le tenía fobia. En una ocasión, un
profesor le puso cero a todos por castigarlo a él. En el Liceo, los profesores dormían la
siesta. Un mediodía, Jaime sacó a este profesor en calzoncillos y lo arrastró por todo el
colegio. Por eso lo expulsaron.
Sin zapatos en el techo
Yo me acuerdo que de pelao, él tenía amores con una muchacha que vivía al lado
de mi casa. Un día fue al camellón y la encontró con otro novio, sentada. Entonces se
agachó, le quitó los zapatos y se regresó a la casa de ella y los tiró al techo. La muchacha
después fue a acusarlo. Esas eran las cosas de Jaime.
La madre y el mar
Era un nadador insigne. Soñaba con el mar. La última vez que lo vi, vino a darle el
adiós a ese "monstruo", como le decía al mar. Yo le reclamé que era muy peligroso que
viniera a Santa Marta y él me dijo: "Es que vine a verte a ti y al mar".
Garnatón
Después del accidente aéreo, Jaime duró nueve meses perdido. Un día me llamó
Yamid Amat para contarme que habían encontrado la avioneta. Yo no le creí. Luego se
volvió a comunicar y me puso las noticias de Panamá en las que informaban que habían
encontrado el aparato. Entonces emprendí viaje a Panamá. Los del M-19 me recibieron
allá. Desde que llegué, iba todos los días a la Procuraduría: Tuve que pelear con mucha
gente. Los del ejército colombiano querían llevarse los restos. Un militar me dijo en una
ocasión que por qué querían enterrar a un guerrillero como si fuera gente, y entonces yo
me le abalancé y le pegué un garnatón. El Procurador me dio la razón a mí y le reclamó
diciéndole: "¿No ve que es una madre adolorida por la muerte de su hijo?". En Panamá
estuve como tres meses.
El desfile de un pueblo
Manuel Antonio Noriega me puso un avión expreso para regresar al país y envió un
escolta de su ejército para que me acompañara. Jaime estuvo tres días en la funeraria.
Pasó todo el mundo a despedirse. Acudió mucha gente al entierro. El gobierno no
permitió que se enterrara en Bogotá por temor de que se alterara, el orden público. Una
Movimiento 19 de abril, M-19
Movimiento Jaime Bateman Cayón
periodista expresó al pasar el desfile, que con ésto se probaba que en su pueblo nunca
nadie lo hubiera delatado, por la admiración, el cariño que todos le tenían. Desde
entonces, yo he cambiado mi vida, mí carácter. Ya no soy la persona alegre que bailaba.
Ya no tengo ganas de diversión. Lo que tengo es un retraimiento
definitivo.

VIII Conferencia Nacional M-19 Parte 4

Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar.

jueves, 17 de diciembre de 2009

sábado, 12 de diciembre de 2009

viernes, 11 de diciembre de 2009

miércoles, 2 de diciembre de 2009

martes, 1 de diciembre de 2009

Los Años Inmensos

Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar.

lunes, 23 de noviembre de 2009

BATEMAN: UN MISTERIO SIN FINALPor Gabriel García Márquez







Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar.


-->
BATEMAN: UN MISTERIO SIN FINAL
Por Gabriel García Márquez
Lunes 3 Octubre 1983


Este primer gran reportaje de Gabriel García Márquez después de haber ganado el Nobel de Literatura, tiene su origen en una reunión informal con la redacción de esta revista. Durante una discusión sobre la desaparición de Bateman, García Márquez manifestó su extrañeza ante el hecho de que semanas después del accidente, los medios de comunicación no hubieran realizado la obvia investigación que imponía un suceso de esta naturaleza. Criticó el "síndrome de la chiva" que, según él, vive el periodismo colombiano y apostó que podía demostrar que un tema bien investigado podía ser más interesante que cualquier "chiva", aun cuando apareciera con retraso. La apuesta, como verán nuestros lectores, la ganó García Márquez y aquí está el resultado. La avioneta monomotor Piper PA 28 con matrícula colombiana HK 2139P y piloteada por el político conservador Antonio Escobar Bravo, salió del aeropuerto "Simón Bolívar" de Santa Marta a las 7:45 de la mañana del pasado 28 de abril con un plan de vuelo visual cuyo destino final era el aeropuerto civil de Paitilla en la ciudad de Panamá. Sin embargo, 7 minutos después aterrizó a pocos kilómetros de la población de Ciénaga, en una antigua pista comercial fuera de servicio, donde la esperaba un grupo de 10 personas. Tres subieron a bordo: dos hombres y una mujer. El más alto de ellos, flaco y un poco escuálido, con una camisa de mezclilla azul y una gorra de capitán de barco, era el hombre más buscado de Colombia desde hacía 5 años: Jaime Bateman Cayón comandante máximo del M-19 . Sólo ellos y unos pocos miembros de la organización sabían que la avioneta debía hacer una escala clandestina en otro aeropuerto fuera de servicio cerca de Montería, donde estaba prevista una reunión con delegados del Ejército Popular de Liberación (EPL), para discutir los pormenores de un programa de acciones conjuntas. Después debía proseguir hacía Panamá, donde se suponía que iba a llegar un emisario personal del presidente Belisario Betancur, para entablar conversaciones de paz. La avioneta hizo un último contacto con el control aéreo de Panamá 2 horas y 17 minutos después de decolar de Santa Marta, y cuando se encontraba a 55 millas náuticas del aeropuerto de Paitilla, pero no aterrizó nunca. Esto es todo cuanto se sabe con seguridad absoluta cuatro meses después de la desaparición de Jaime Bateman, y al cabo de una búsqueda intensa por tierra, mar y aire durante 70 días. Todo lo demás son suposiciones.RECOGIENDO SUS PASOS La suposición más arraigada --contra toda evidencia- es que no ha muerto. Cada quien tiene un argumento propio y una esperanza distinta para seguir en el engaño, como ocurre con Emiliano Zapata en México, como ocurrió durante tantos años en el mundo con Adolfo Hitler, y como ha ocurrido desde siempre con otros tantos que han sido devorados por la leyenda. En cambio, los únicos que creen que en efecto está muerto sin ninguna duda son algunos amigos de la infancia de Bateman que estuvieron con él en Santa Marta en los días previos a su desaparición. Pero su certidumbre tampoco se funda en ningún análisis racional, sino todo lo contrario, en la creencia caribe de que hay seres con el privilegio sobrenatural de volver a los sitios de sus afectos y repetir los mismos actos de sus mejores recuerdos en los días anteriores a su muerte. Se dice entonces que esa persona está "recogiendo sus pasos". Bateman, en efecto, se comportó en la última semana de su vida como si lo estuviera haciendo. Había llegado a la costa caribe el 19 de abril, cuando concedió la que había de ser su penúltima conferencia de prensa en algún lugar cercano a Cartagena, con motivo del decimotercer aniversario de su movimiento. Si bien trataba siempre de darle algún contenido histórico a aquella fecha, nunca fue muy cuidadoso con su propio cumpleaños --cinco días después--, y muchas veces, inclusive, lo olvidaba. Este 24 de abril sería diferente. A pesa de los riesgos enormes que corría permaneciendo en una región donde todos los servicios oficiales de seguridad debían saber que se encontraba, se empeñó en celebrar su cumpleaños en la ciudad de su nacimiento --Santa Marta--, a donde no iba por razones de prudencia elemental desde hacía 7 años. Allí estaban las querencias de su juventud: nombres y lugares que le revolvían la nostalgia. Las relaciones con su padre eran más bien inciertas, y las que mantuvo con sus hermanos eran buenas pero ocasionales. En cambio, las que mantuvo con su madre --la brava Clementina Cayón-- tenían la misma esencia pasional de las que tuvieron con las suyas el padre Camilo Torres y el Che Guevara, que parecían condicionadas por una dependencia umbilical al mismo tiempo entrañable y conflictiva. Algunos compañeros cercanos de Bateman han contado que en las noches de peligro de la clandestinidad, o en las erráticas y solitarias de la selva, soltaba un largo suspiro que le salía del alma: "¡Ay, Clementma Cayón, qué será de tu vida!". Se veían con frecuencia, siempre en lugares distintos y secretos, porque la casa de ella estuvo sometida durante mucho tiempo a una vigilancia constante. Una vigilancia que tenía la misma carga de humanidad de quien la soportaba y de la ciudad donde se ejercía, que es tal vez la más doméstica del país. Clementina Cayón --no se sabe si por indulgencia o por astucia- veía al pobre vigilante parado en la esquina bajo el tremendo sol de las doce, y le ofrecía una silla para sentarse, le mandaba un jugo de guanábana, o un plato de sancocho, o un cigarrillo, y al poco tiempo tenían que cambiarlo porque ya se había vuelto como si fuera de la familia. Con todo, el riesgo del cumpleaños en Santa Marta era enorme, pero Bateman lo decidió de un modo tan terminante, que hasta sus servicios de seguridad, tan contrarios a esta clase de complacencias sentimentales, tuvieron que doblegarse. El grupo completo que había asistido a la conferencia de prensa viajó de Cartagena a Santa Marta por carretera al amanecer del 20 de abril. La costa Caribe estaba en tiempo de sequía y el olor de la guayaba era más intenso en el aire ardiente. Bateman se convirtió en un guía nostálgico, en especial de los dos compañeros del comando superior --Alvaro Fayad y Carlos Toledo Plata--, que viajaban en el mismo automóvil, y que eran de otros mundos de nostalgias distintas. En cada sitio del camino hizo una evocación. Después del estrecho puente que separa el mar y la Ciénaga Grande --muy cerca de donde había de abordar una semana después la avioneta de su mal destino-- ordenó una parada para desayunar con mojarras fritas y tajadas de plátano en una de las fondas de la carretera. Luego no pudo resistir la tentación de volver a su tierra cómo había vuelto tantas veces en su juventud, y le quitó el volante al conductor y siguió manejando él hasta Santa Marta, con una parada más para tomarse una cerveza matinal en el Rodadero. Días antes, Bateman había visto en Panamá la película española "Volver a empezar", que este año obtuvo el Oscar de la mejor película extranjera, y que cuenta la historia de un hombre que vuelve, ya maduro y famoso, a su pueblo natal de Oviedo. Aquella mañana tuvo de pronto la revelación --y así lo dijo a sus compañeros- de estar protagonizando una versión viva de aquella película. Ni en ese momento, ni en ninguno de los días siguientes, Bateman hizo nada por ocultarse ni por disimular su identidad. Visitó en Santa Marta todos los lugares que habían dejado algún rastro en su memoria, y tal vez lo único que no volvió a hacer como en su juventud fue jugar fútbol con bolas de trapo en la playa. Se vio varias veces con su madre, por supuesto, pero nunca en la casa de ella, y le pidió noticias de los amigos más remotos y de varias novias olvidadas. Recordaba de un modo especial a sus condiscípulos del Liceo Celedón, donde no pudo terminar el bachillerato por su conducta revoltosa. Todos, hasta donde fue posible, recibieron una invitación verbal para la fiesta de sus 44 años.TIEMPO DE MANGOS Cómo no fue descubierto en una ciudad donde todo el mundo se conoce y donde andan por todas partes los agentes secretos de la guarnición militar, de la policía y de la Dirección Administrativa de Seguridad, es algo que cuesta trabajo creer. Una razón, sin duda, es que Bateman era muy popular en su tierra, y había muy pocas probabilidades de encontrar a alguien que quisiera denunciarlo, aun si estuviera en desacuerdo con él. Pero había otra razón real y además divertida. Uno de los varios hermanos de Bateman se parecía a él como si fuera su gemelo, y al igual que él era un mamador de gallo de los grandes. Desde que aparecieron en la prensa las primeras fotografías del comandante clandestino, el hermano hizo todo lo posible por aumentar el parecido: un peinado afro, un escuálido bigote de lampiño, una camisa azul, unas botas de monte. Durante un tiempo se burló de los policías amigos, sembró el desconcierto en los lugares públicos de Santa Marta, se divirtió y divirtió cuanto quiso, hasta que todo el mundo se acostumbró a la suplantación. Pero cuando el que apareció fue el Jaime Bateman de verdad, muchos que lo vieron en los mismos sitios de siempre debieron pensar que no era él sino el otro, que había resuelto seguir mamando gallo con una gorra de lobo de mar. En todo caso, ni el detective más perspicaz se hubiera atrevido a creer que el Bateman real fuera capaz de andar por la calle con su propia cara. No es posible concebir una fiesta más rara que la de aquel cumpleaños. Bateman había alquilado una casa en una de las tantas playas cercanas a Santa Marta, cuyo acceso en automóvil era posible pero difícil. Abril es tiempo de mangos, que era su fruta favorita, y no sólo se hizo llevar varias cajas para él y sus invitados, sino que algunos de ellos le llevaron otras de regalo. Había ron blanco a pasto, y whisky para quien quisiera, pero la bebida oficial era la favorita de Bateman desde mucho antes de que se pusiera de moda: piña colada. Las rígidas normas de seguridad enrarecieron mucho más la fiesta. Por lo menos cien invitados estuvieron en ella a lo largo del día, pero nunca hubo más de 10 al mismo tiempo. En efecto, el único modo de llegar eran los botes del alquiler al otro lado de la bahía, y sólo cabían ocho personas en cada viaje. Un bote iba y otro venía para evitar aglomeraciones en la fiesta. De todos modos, cerca de la casa había dos lanchas rápidas, dos automóviles, y toda una columna guerrillera de seguridad que hubiera podido enfrentarse a cualquier ataque sorpresivo.
Bateman era un hombre de parranda, pero a su modo. Bailaba bien la salsa y el vallenato, y le gustaba hacerlo, pero era un bebedor moderado. Como buen caribe, era tímido y triste, pero disimulaba esa doble condición con su simpatía natural explosiva. Su comportamiento de cumpleaños fue lo menos convencional que pueda imaginarse. Recibía a sus invitados en pantalón de baño, brindaba con ellos, conversaba entre grandes carcajadas, bailaba un poco con un conjunto de vallenatos contratado, y comía mangos. De pronto se echaba al agua y nadaba por un largo rato mientras sus invitados seguían la fiesta, y tal vez era ese su momento más feliz, pues desde niño era un nadador rápido y ágil. Clementina Cayón llegó hacia el medio día con un cargamento de refuerzo de piña colada, y su presencia alborotó la parranda. Alguien grito, en la pausa de un vallenato: "Clementina Cayón: tienes una matriz de oro". Los servicios de seguridad, en todo caso, estuvieron pendientes de que a nadie se le fuera la mano con la piña colada.MENSAJE INTEMPESTIVO Hasta ese momento, Bateman no pensaba ir a Panamá. Su proyecto era atravesar por tierra todo el país para entrevistarse con el segundo comandante del M-19, Ivan Marino Ospina, quien dirigía las guerrillas del Caquetá. Por su parte, Alvaro Fayad iría a Bogotá y Toledo Plata a Cali, y todos volverían a encontrarse tres meses más tarde en las selvas del Putumayo para una reunión plenaria del comando superior. Estos planes cambiaron de pronto porque Bateman recibió un mensaje intempestivo de Panamá, según el cual se esperaba allí un emisario personal del presidente Betancur que deseaba entrevistarse con él. Al parecer, el mensaje no era muy explícito, pero hacia suponer que se trataba de una personalidad de alto rango y Bateman esperaba una ocasión como esa desde que se frustró la posibilidad de entrevistarse con el presidente de Colombia en Nueva Delhi durante la conferencia de los No Alineados. De modo que en menos de 24 horas cambió todos sus planes inmediatos y decidió el viaje imprevisto que lo condujo al desastre. El interés que tenía Bateman de entrevistarse con Betancur para entablar un diálogo de paz sin intermediarios se había convertido en una obsesión. Pero en aquel momento estaba convencido, por numerosos indicios, de que el gobierno no quería dialogar con él. El último de esos indicios --el 3 de abril- parecía demasiado evidente. De regreso de Cancún, donde se entrevistó con los otros presidentes del grupo de Contadora, Betancur había hecho una escala breve en Panamá. Bateman lo había esperado ahí con la ilusión de verlo, y durante todo el día se mantuvo a la expectativa a muy pocas cuadras del lugar en que Betancur conversó por más de una hora con el entonces coronel Manuel Antonio Noriega, jefe de los servicios de seguridad de la Guardia Nacional de Panamá, y su comandante actual. Betancur y Noriega trataron entre otras muchas cosas sobre las actividades del M-19 en Panamá, pero en ningún momento se planteó la posibilidad de una entrevista con Bateman. Desilusionado una vez más, éste le escribió al presidente una carta en la cual insistía en la urgencia de una tregua para entablar un diálogo de paz. La carta fue entregada al presidente de Panamá, Ricardo de la Espriella, quien se la leyó por teléfono a Betancur el 21 de abril, cuando Bateman estaba en Santa Marta. Tal vez éste pensó que el envío de un emisario presidencial a Panamá fuera el resultado de esa carta, y por eso resolvió viajar a Panamá con tanta urgencia. Sin embargo, ninguna fuente colombiana ha podido confirmar que en realidad existiera la disposición presidencial de mandar un emisario a Panamá por aquellos días. Lo único que ocurrió fue una diligencia de sondeo que hizo el presidente de la Comisión de Paz, Otto Morales Benítez, --poco antes de su renuncia-- pero era una tentativa tan vaga que el presidente Betancur no estaba enterado de ella ni merecía un viaje tan apresurado de Bateman a Panamá.PILOTO DE CONFIANZA Durante su semana en Santa Marta, Bateman se vio varias veces con un viejo amigo: el político conservador Antonio Escobar Bravo a quien había conocido muy joven, y con quien había vuelto a hacer contacto a través de Toledo Plata, cuando ambos eran representantes a la Cámara. Muy pocos sabían entonces que Escobar era un piloto con la experiencia necesaria para andar por cualquier parte del país en su avioneta monomotor. Había hecho su curso completo en el Aeroclub del Atlántico, en Barranquilla, donde había obtenido la licencia de piloto privado número 767 por resolución número 3550 de la Dirección Aeronáutica Civil en 1976. Esa licencia le permitía pilotear una nave con un peso máximo de 5.670 kilos, y su avioneta sólo pesaba 1.156. De acuerdo con su hoja de vida, su conducta como aprendiz había sido buena, su aptitud también buena, y además entusiasta y constante. Su chequeo de vuelo el 15 de febrero de 1983 --dos meses antes del accidente-- había sido satisfactorio, y su examen médico fue calificado como perfecto para volar. Sin embargo, en términos profesionales estrictos, no podía considerarse un piloto experto, pues esta calificación requiere entre 3 mil y 4 mil horas de vuelo, y Escobar sólo tenía 800, incluídas las de la escuela. Su avioneta estaba bien equipada con un sistema doble de radio VHF, un sistema doble de navegación VOR que permite determinar desde tierra la posición de la nave, un sistema de radioayuda (ADF) y un sistema ILS para aterrizar por instrumentos. Sin embargo, por su nivel de experiencia, Escobar no estaba autorizado para servirse de este último sistema. La única falla grande de ese equipo era la falta de un radar, que hubiera sido lo más útil de todo en la emergencia de Panamá. Pero muy pocas avionetas como la de Escobar lo tienen instalado de origen, y su instalación posterior es de un costo muy elevado. En todo caso, Bateman le tenía confianza. De modo que cuando se planteó en Santa Marta la urgencia de viajar a Panamá lo llamó a la playa donde vivía, y se pusieron de acuerdo para irse al día siguiente.La diez personas que esperaban la avioneta en el aeropuerto fuera de servicio cerca de Ciénaga, eran las siguientes: Bateman, Toledo Plata, Nelly Vivas, Conrado Marín, dos miembros de la dirección nacional y cuatro miembros de la seguridad del movimiento. Llegaron en varios automóviles antes del amanecer, y esperaron la avioneta en un rincón discreto. Aterrizó a las 7:52, que era más o menos la hora prevista. Los tres que la abordaron de inmediato eran Jaime Bateman, Nelly Vivas y Conrado Marín, que iban hacia el frente del Caquetá por la vía de Panamá. Nelly Vivas era una bióloga caleña, especializada en París durante ocho años, y profesora en el colegio Santiago de Cali. Había ingresado al M-19 unos 6 años antes, formaba parte en la actualidad del comando superior, y había sido la encargada de hacer los primeros contactos con el ex presidente Carlos Lleras Restrepo, cuando éste dirigía la Comisión de Paz bajo el gobierno de Turbay Ayala. Conrado Marín era un campesino de Florencia que había ganado el grado de mayor en las guerrillas del Caquetá. Fue uno de los primeros que se acogieron a la ley de amnistía del presidente Betancur, pero cuatro compañeros suyos amnistiados junto con él fueron asesinados por desconocidos en el curso de pocos meses en las calles de Florencia.Temiendo correr igual suerte, Marín se reincorporó al movimiento después de entrevistarse con Bateman en Santa Marta. Fayad no estaba en el aeropuerto porque había viajado a Bogotá por carretera la noche anterior.Entre el aterrizaje y el decolaje de la avioneta no debían transcurrir tres minutos, pero hubo un retraso imprevisto, cuando Bateman apareció en la puerta y pidió una cajetilla de cigarrillos a los compañeros que se quedaban. Estaba satisfaciendo sin duda un deseo de última hora de alguno de los pasajeros, o tal vez del piloto, porque él había dejado de fumar desde hacía 8 años. Fue una demora sumplementaria de 4 minutos.Bateman ocupó el asiento en que viajaba siempre: el del copiloto. Había viajado tanto allí, que estaba seguro de poder improvisar un aterrizaje de emergencia, sólo por lo que había visto en tantas horas de vuelo. Viajaba tranquilo, con su buen humor de siempre, pero había declarado alguna vez que era capaz de todo en la vida menos de lanzarse en paracaídas. Cuando se movía en automóvil llevaba una pistola Browning metida en el cinturón debajo de la camisa, una metralleta, y por lo menos una granada al alcance de la mano. Pero antes de aquel último vuelo le había dejado la metralleta a Alvaro Fayad, y llevaba sólo la pistola y dos granadas. Su único equipaje era un maletín de mano con una muda de ropa, dos mil dólares en efectivo, un cassette con las canciones de Celina y Reutilio, y la edición en español de "Doña Flor y sus dos maridos", del brasilero George Amado, que había querido leer después de ver la película. Llevaba un walky talky VHF con un alcance de 18 kilómetros, con el cual solía comunicarse desde el aire con algunos comandos de tierra del M-19, como pensaba hacerlo antes de aterrizar cerca de Montería para estar seguro de que no lo esperaba ninguna sorpresa en el aeropuerto secreto. Llevaba también un pasaporte colombiano con una foto auténtica pero con un nombre distinto. Pero el objeto más insólito que llevaba era un equipo emisor de señales luminosas, capaz de lanzar bengalas rojas y azules a grandes alturas. Estaba diseñado para casos de pérdidas en el mar o en la selva, y Bateman lo había comprado en su último viaje a Panamá. No era extraño, pues su afición por los juguetes electrónicos fue siempre objeto de burlas cordiales de sus compañeros, pero sus amigos caribes lo habrían interpretado sin duda como un acto premonitorio. Más tarde, durante las búsquedas inútiles en la selva, la certidumbre de que Bateman llevaba aquella máquina de salvación fue una de las esperanzas más firmes de las comisiones de rescate. Pero cuando la avioneta partió del viejo aeropuerto de Ciénaga nadie debió pensar en eso. El cielo era diáfano y sin una sola nube, como para un viaje feliz. Sin embargo, a esa hora exacta, el satélite meteorológico de los Estados Unidos estaba fotografiando la vasta extensión desde Urabá hasta Nicaragua, que empezaba a cubrirse de espesas nubes e malos presagios.OTRO TIPO DE CONTRABANDOAlvaro Fayad llegó a Bogotá esa misma tarde, después de una larga noche de carretera, y pensó que a esa hora Bateman debía estar tranquilo en Panamá. Se alegró de que no lo hubiera acompañado en el largo viaje por tierra, como estaba previsto, porque su automóvil había sido detenido seis veces por patrullas del ejército, de la policía de aduanas y del control de tráfico de drogas. En todos los casos, los ocupantes habían tenido que identificarse, por lo menos en tres les iluminaron las caras para compararlas con los retratos de las cédulas de identidad, y los sometieron a rápidos cacheos. Tal vez Bateman no hubiera podido pasar por tantos filtros, no sólo por su estatura inconfundible y porque ya había sido visto muchas veces en la televisión, sino porque tenía una seña de identidad más reveladora que las mismas huellas digitales: su pierna derecha. En efecto, a los 9 años de edad, Bateman fue atropellado por un camión cuando jugaba fútbol con una bola de trapo en una calle de Santa Marta. La pierna le fue enyesada sobre la herida y con el hueso astillado, y aquella chapucería le causó una gangrena cuyos estragos no sanaron jamás. Fueron inútiles incontables tratamientos y varios injertos de hueso. Su tibia sin carne estaba apenas cubierta por una piel tensa y apergaminada que volvía a ulcerarse al menor tropiezo. Las largas marchas en la selva eran un martirio perpetuo, y en muchas ocasiones tuvo que retirarse de la lucha para someterse a nuevos tratamientos. Era una marca imborrable que todos los servicios secretos conocían, y siempre que encontraban a alguien que pudiera ser Bateman le levantaban la bota del pantalón para ver el estado de su pierna. En la única ocasión en que era él en realidad, tuvo la suerte inconcebible de que el soldado le levantó la bota de la pierna sana, y lo dejó seguir.Fayad durmió aquella noche sin recibir ninguna noticia de Bateman. Al día siguiente muy temprano, dos miembros del equipo de comunicación de Bogotá le avisaron que la avioneta de Escobar no había llegado a su destino, pero él pensó que tal vez había aplazado el vuelo. Sin embargo, poco después le confirmaron que en efecto la avioneta habia salido de Santa Marta a la hora prevista, pero no había hecho la escala en Montería ni había llegado a Panamá. Entonces llamó a Toledo Plata, que aún estaba en Santa Marta, y éste le confirmó la verdad: la avioneta había sido declarada en emergencia el día anterior a las 12.28 por la Aeronáutica Civil de Panamá, y la búsqueda aérea había empezado de inmediato. Hasta el momento, 24 horas después, no se había encontrado el menor rastro. Fayad sólo dijo una palabra cuando colgó el teléfono: "¡Mierda!". Días después, hablando con unos amigos, resumió el impacto de aquel día con una frase: "Se me apagó la luz ".El 30 de abril, "El Tiempo" publicó en su página 9 una foto de Escobar, con la noticia de que se había perdido en su avioneta sobre territorio panameño. No eran más de 20 personas que sabian, al leer aquella noticia, que detras de ella había otra mucho más espectacular. Lo sabian, por supuesto, Fayad y Toledo Plata, los miembros de la seguridad que estaban en el aeropuerto de Santa Marta, y los dos miembros del equipo de comunicaciones que habian manejado la noticia en Bogotá. Lo sabian además otros seis miembros del equipo de seguridad, los dos miembros de la dirección nacional que seguían con Toledo Plata, el representante del M-19 en Panamá y el encargado de la seguridad de Bateman en ese país que se habian quedado esperando en el aeropuerto, y por último los seis que se quedaron esperando en Montería. Aunque Santa Marta es una ciudad donde resulta casi imposible guardar un secreto tan grande, lo cierto es que éste logro controlarse durante 22 días, hasta que el jefe de redacción de "El Universal" de Cartagena, Angel Romero, lo descubrió por una casualidad que parece inverosímil. Poco antes, sin embargo, la base Howard del Canal de Panamá --a la que la Aeronáutica Civil de Colombia habia pedido ayuda para buscar la avioneta de Escobar-- contestó con un cable que hace pensar sin ninguna duda que allí sabian quiénes iban en ese vuelo. "Esa nave no llevaba droga --decía el cabíe--sino otro tipo de contrabando".LOS MINUTOS QUE FALTANLo que ocurrió en realidad desde que la avioneta salió del aeropuerto de Ciénaga, sólo ha sido posible vislumbrarlo por la grabación de los distintos contactos que hizo Escobar con el control aéreo de Panamá. Gracias a la Dirección de Aeronáutica Civil de Colombia, y de sus técnicos mejor calificados, que nos ayudaron a descifrarla, se puede decir que el primer contacto fue hecho a las 9:52. Después de identificarse, le preguntaron a qué hora habia salido de Santa Marta, y Escobar contestó que a las 7:51. El dato era falso: en realidad habia salido 6 minutos antes, pero el piloto acumuló los seis que habia necesitado para recoger a sus pasajeros en el aeropuerto secreto, de modo que no quedara ninguna pista de ese aterrizaje clandestino. Fue su único dato falso. Nunca dijo que viajaba solo --como se publicaria más tarde--, aunque es probable que lo hubiera dicho si se lo hubieran preguntado, para no entrar en contradicción con su plan de vuelo de Santa Marta. En cuanto a la escala en Montería, no se sabrá nunca por qué no la hizo ni cómo la habria justificado si la hubiera hecho, pero la foto del satélite demuestra que las condiciones del tiempo no eran propicias para un aterrizaje visual.En su primer contacto informó que estaba ascendiendo de 6 mil pies --que era la altura autorizada sobre el mar- para alcanzar la de 9 mil pies. La maniobra era normal, porque en frente debia estar viendo la serranía de El Darién, que es la más alta de Panamá. El rumbo que llevaba era correcto para llegar al aeropuerto de Paitilla. A las 9.57, volando ya a 9 mil pies, volvió a hacer contacto para decir que tenia mal tiempo en frente. El controlador de vuelo le sugirió que subiera a 10.500 pies, donde el tiempo era mejor, y que se mantuviera allí mientras consultaba con el control de radar cuál era la ruta con mejor tiempo. El controlador de radar se la comunicó a través del controlador de radio. El problema en ese momento era que la avioneta de Escobar no podia ser identificada en el radar, porque no disponia del equipo adecuado para darse a conocer. En cambio, era posible localizarla en el DF (Direction Finder), mediante una señal de radio emitida desde la avioneta. Escobar hizo un nuevo contacto a las 10.04 para informar que volaba a 10.500 pies de altura, y que tenia mal tiempo adelante, pero que veía algunos huecos en las nubes por donde podia pasar. Su voz era tranquila, y sus cálculos y decisiones eran las de un buen navegante. Entonces el control de radio le pidió que oprimiera el botón de radio para localizarlo en el DF, y Escobar lo hizo por un instante, antes de que su señal se interrumpiera para siempre. En ese momento se encontraba a 55 millas al noroeste del cerro de Ancón, que está en el límite de la ciudad de Panamá con la zona del Canal. Esto quiere decir que aún tenia combustible para volar 2 horas y 40 minutos más, pero aún estaba sobre el Atlántico y a 30 millas de distancia de la serranía del Darién. Si el percance ocurrió en el momento en que se interrumpió la señal de radio, no hay ninguna duda de que cayó en el mar. Pero no hay ninguna prueba de esto. Pudo haber volado todavia todo el trayecto marino sin hacer un nuevo contacto radial --que tal vez ya no fuera necesario-- y encontrarse con el mal tiempo insalvable cuando ya volaba sobre la serrania del Darién. Entonces no es probable que hubiera podido intentar un nuevo contacto, pues cuando una nave como esa penetra en una mala turbulencia es como si atravesara una batidora inmensa: el piloto más experto tiene que concentrar sus cinco sentidos en mantener a toda costa la estabilidad del avión, y no tiene ni manos ni alma para ocuparse del radio. Una sacudida demasiado violenta puede arrancarle un ala de cuajo. Pero si penetra por error en un cumulo nimbus, se destroza en pedazos, y sus escombros pueden dispersarse a muchas millas a la redonda.PALMO A PALMOLa Aeronáutica Civil de Panamá hizo la exploración aérea de rutina durante 8 días. La familia de Escobar, con toda clase de colaboraciones oficiales y privadas, insistió varias semanas más. Las patrullas del M-19 cuadricularon un inmenso territorio de casi 50 mil kilómetros cuadrados durante 70 días. Exploraron palmo a palmo el universo deshabitado de la selva de Urabá, desde Montería hasta el Tapón del Darién, por el lado de Colombia. Y del otro lado, desde la frontera con el Chocó hasta la misma capital de Panamá. Sólo en esta última zona --según dato de las comisiones de rescate-- han caído entre 20 y 30 aviones desde la Segunda Guerra Mundial, de los cuales se han encontrado cuatro. Una de las patmllas que buscaban la avioneta de Escobar encontró los escombros de un avión desaparecido en 1963, y estaban enredados entre la maleza, a sólo 20 metros de un camino muy transitado. Otras encontraron equipos de comunicaciones de la defensa de los Estados Unidos, perdidos desde quién sabe cuánto tiempo. Es un reino sin limites de frondas y pantanos donde apenas si penetran unas gotas de sol, y que se cierran de inmediato tan pronto como alguna nave cae en el fondo de sus entrañas. La única manera de orientarse, cuando no se tiene una brújula, es observar la dirección de las hojas, que se inclinan siempre hacia el oriente. No es probable que Escobar hubiera podido salir solo, pero Bateman y Marín sabian como hacerlo. Este último era campesino del Caquetá y lo sabía desde la infancia. Bateman lo habia aprendido, y había demostrado saberlo cuando se perdió con seis de sus hombres en la selva del Caquetá, el año pasado. Lo curioso es que el M-19 no supo en aquella ocasión que estaba perdido, hasta que no aparecieron todos sanos y salvos al cabo de un mes y medio.En los métodos de orientación hay discrepancias entre los guerrilleros urbanos y los campesinos. Aquellos se sienten perdidos si no tiene una brújula. Los campesinos, en cambio, se orientan más por el instinto, y creen que las brújulas pueden ser alteradas por distintos fenómenos. Los cálculos que hizo el M-19 desde el principio indicaban que si Bateman o Marin estaban sanos después del accidente, podian salir por sus propios medios al cabo de 15 días, que es el tiempo en que podian cruzar completa la selva de Panamá. Si quedaban vivos, pero heridos como para no poder moverse, hubieran podido hacer campam



lunes, 16 de noviembre de 2009

Bateman habla de su muerte.


Jaime Bateman Cayon un profeta de la paz, luchador inacansable, enamorado del mar.
Movimiento 19 de abril, M-19
Movimiento Jaime Bateman Cayón


“Y la revolución se hace para el pueblo, por eso tenemos que
nacionalizar la revolución, ponerla bajo los pies de Colombia, darle
sabor a pachanga, hacerla con bambucos, vallenatos y cumbias, hacerla
cantando el Himno Nacional.” Jaime Bateman Cayón
Edición Digital: Movimiento Jaime Bateman Cayón. 2009.
Movimientojaimebatemancayon@gmail.com
Este texto podrá ser reproducido, total ó parcialmente, sin el previo
permiso del escritor o del editor.
¡No contaban con nuestra astucia!
Movimiento 19 de abril, M-19
Movimiento Jaime Bateman Cayón
BATEMAN HABLA DE SU MUERTE
ALFREDO MOLANO
Revista Semana, 1º de agosto de 1983
El “Flaco” ya no era flaco, pero seguía alto, altísimo. Había dejado ese aire de
muchacho de provincia en la capital, erizado de frío y fastidio. Había dejado la vieja
gabardina negra que cada día era más verdosa. Ahora tenía aspecto de profesor en
derecho penal; lo esperábamos con ese afro que le distraía la nariz; llegó peinado
hacia atrás, engominado, más narigón que nunca.
Nos abrazó calurosamente con sus largos brazos. Se sacó de la cintura una pistola
inmensa y entregándonosla nos dijo: “¡Guarden esa joda por ahí!, algún día habrá que
dejarlas porque son incomodísimas”. Dio algunas vueltas por el cuarto y se sentó al
lado de la ventana. Enfrente, soldados de la brigada ensayaban un desfile militar. El
“Flaco” sonrió. Era el momento de comenzar a preguntarle.
*A.M.* = “Flaco”, no te da miedo verte a media cuadra de ellos? ¿No te impresiona
pensar la ironía que significa encontrarte a tan corta distancia de esos hombres que te
buscan?
No, hombre. ¿Acaso no sabes que yo soy invisible para ellos?, ¿para qué crees que
sirve la cadena mental?...
*A.M.* = ¿La cadena mental? ¿Qué es esa vaina?
Mira, lo que pasa en el fondo es que mi mamá es gnóstica, mi mamá fue responsable
de la organización de la gnosis en Santa Marta. Y ellos hacen todos los sábados una
cadena para protegernos a nosotros, a la organización.
*A.M.* = ¿Y crees por fortuna que estará funcionando hoy?
Claro hermano, de lo contrario no estaríamos aquí hablando y menos frente a ellos.
*A.M.* = Te sientes, pues, protegido. Pero ¿qué es eso de la cadena mental, en serio
qué es? ¿Crees realmente en ese rollo?
Pues eso es simplemente creer que la mente tiene poder. Mira, yo creo básicamente
en mi mamá. Yo no sé si la cadena es o no eficaz. Pero a mí me ha funcionado muy
bien. No sé si porque creo en mi mamá y ella en la cadena, pero ahí hay algo raro. Yo
Movimiento 19 de abril, M-19
Movimiento Jaime Bateman Cayón
me siento seguro. Yo he estado en situaciones muy difíciles, desesperadas. He estado
muchas veces prácticamente preso. En otras me he dado por muerto. Y nada,
hermano, ahí sigo.
*A.M.* = ¿Ahora de grande? ¿Ahora como jefe del M 19, o cuando eras estudiante?
No, ahora. Por ejemplo, una vez yo llegaba en una Wartburg a un apartamento que
teníamos en el centro. De repente veo a una vecina en la acera; la miro y caigo en
cuenta de que habían allanado. Fue sólo una mirada, un rayo, e inmediatamente volví
a acelerar y seguí derecho. Me volé. Me tenían preparada una celada de la que no
hubiera salido vivo. La mirada de esa pelada me dijo todo. Era una fuerza...
inexplicable. Una fuerza que me hizo cambiar de rumbo. En Tocaima la cosa fue más
jodida. Nos volamos como pudimos, a la de Dios, nos botamos al río de noche a una
agua hedionda y negra. Al kilómetro salimos corriendo mierda por los cuatro costados.
Nos lanzamos a campo traviesa, pero de golpe nos vimos acorralados: el Ejército
venía por todos lados, por todas partes, convergía sobre nosotros. Hicimos un
acotejado y nos parapetamos. Ellos llegaron justo a nuestro lado, los oíamos respirar,
más que respirar, resollar. Nosotros éramos cuatro, los soldados diez, veinte,
cincuenta... se arremolinaron encima de nosotros. Los oíamos: tap tap tap. Pasaban,
volvían, maldecían, y ¿qué nos protegía? Dígame, compa ¿qué era lo que nos
protegía? ¿Por qué no nos veían? ¡Si estábamos de bulto!... Ellos pasaban y nosotros
invisibles. Al rato pati pati pati, los tiros. Yo no me asusté, créame hermano, yo no me
asusté. Lo digo con toda honestidad. No me asusté a pesar de saber que estábamos
más cercados que unos ratones blancos en un laboratorio. Pero yo tenía confianza,
más que confianza seguridad de que saldríamos bien librados. Les dije a los
compañeros: filémonos, despacito, como si fuéramos la misma noche. Y salimos.
Salimos a pesar de los faroles y los reflectores que nos corrían por la espalda.
*A.M.* = Pero también fue tu experiencia guerrillera la que te ayudaba. Tu experiencia
con las FARC. Saber ya sobre las tácticas de los campesinos en la violencia...
Claro, eso también juega su papel. A la gnosis hay que ayudarla, la cadena hay que
fortalecerla. Otra vez me cogieron en un carro robado. Me pararon, me requisaron, me
pusieron preso. Estaba preso... y de buenas a primeras me soltaron sin saber por qué.
¿Y cuando lo de Lucho? A Lucho lo andaban siguiendo hacía días, un mes o más. Nos
encontramos, charlamos, nos reímos, nos separamos. Cuando volteo la espalda lo
interceptan y le preguntan: ¿quién es ese tipo alto con quien usted estaba hablando?
Hombre, es inexplicable. Si yo estoy buscando un tipo que es el jefe de una
organización y sé que es alto, yo le echo mano aunque sea para investigarlo. Pero no,
me dejan ir. Ni siquiera tuve que apresurar el paso. ¡Inexplicable!
*A.M.* = ¿O explicable por la cadena mental?
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Bueno, yo creo un poquito de todo. Por lo menos la cadenita esa me da mucha
frescura, mucha seguridad. Sin que ello signifique que yo sea un irresponsable que
ande dando papaya.
No, yo me cuido, me cuidan y desde luego nos cuidamos. Yo creo que hay algo ahí, yo
hablo con mi mamá continuamente. Necesito hablar con ella, me da fuerza. Entre cosa
y cosa me pierdo para hablar con ella. La organización se asusta cada rato, pero
cuando vuelvo a aparecer siguen respirando tranquilos. Hace poquito conversé mucho
con ella. Me contó que cuando salió la noticia de que me habían matado en Tocaima
dijo: “No lo han cogido, no lo cogen”. Estaba absolutamente segura que a mí no me
cogían. Cuando mataron a un tipo González, dijeron que me habían matado; fueron
donde mi mamá y le dijeron: “Señora, acaba de morir su hijo”. Ella les contestó: “No,
no es cierto, estoy absolutamente segura que está vivo”. Le preguntaban cómo sabía,
y ella dijo: “Porque está escrito”.
Pero cómo, me dirás tú, cómo es posible que tú creas en eso, pues sí hermano, lo que
pasa es lo siguiente: a los tipos que les hacen cadena los vuelven inmortales. Te voy a
decir cómo. Si una persona es absolutamente sentida, constantemente querida, si en
ella se dan cita una cantidad de afectos fuertes, el afecto de la mamá, de las
hermanas, de la amante, de los amigos, esa cadena de afectos lo defiende de la
muerte, del peligro, lo vuelve casi inmortal. Por lo menos impide que lo maten a uno
así no más. Puede que uno se muera, pero esa cadena de afectos absolutos impide
que a uno lo maten. No que uno no se muera, contra eso no han inventado remedio. A
cada uno le llega su hora y a esa hora no se le puede mamar gallo, pero, la cadena de
afectos es una especie de inmunidad contra el azar. Cuando a uno le toca, le toca. La
cadena lo preserva a uno y lo ayuda a no caer cuando no le toca; es la fuerza del
afecto. Del amor de un poco de gente que lo ama a uno y que uno ama. Esa es la
cadena. Los hombres que no tienen amores constantes, absolutos, inflexibles, no son
amados y por tanto están solos. Son vulnerables, mortales. Hay que amar con
verraquera y hay que despertar el amor con verraquera. Esa es una vaina clave en
este paseo. Es una vaina clave para los líderes, es una vaina que siempre olvidan. En
un momento azaroso, imprevisible, sólo la fuerza que sobre uno han puesto y que uno
ha despertado puede salvarlo. Porque el amor es la certeza de la vida. Es la sensación
de la inmortalidad.
*A.M.* = “Flaco”, te has vuelto místico. No te conocía esa debilidad, siempre te había
creído un marxista.
¿Marxista? ¡Bah! Místico o no, hermano, estoy persuadido que eso funciona. En este
paseo de la revolución, la pasión es la gran palabra, es verbo, y tú sabrás qué es
eso...
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*A.M.* =...Pero Camilo Torres era un hombre apasionado, y sin embargo...
Sí. Apasionado, sí, un gran apasionado. Pero ¿sabes cuál era el problema? Que a
Camilo lo acompañaba una contrapasión. Siniestra. Terrible. Fabio Vásquez deseaba
que Camilo muriera y eso equivalía a matarlo en realidad. A Camilo no lo protegieron.
A mí no me dejan hacer ni siquiera una guardia, y no porque yo sea más bonito que
los compañeros. Allí hay un problema de concepción.
*A.M.* = Pero Jaime, de verdad verdad, ¿tu actúas diariamente con esa lógica?
Aún más, trabajo con la absoluta certeza en la eficacia de la transmisión de la pasión.
Yo no creo que se pueda hacer una revolución —nunca se ha hecho— sin desatar los
sentimientos y afectos más profundos de la gente. Creo más en la pasión que en la
ideología, o que en la teoría; es más, sólo cuando una ideología se vuelve apasionada,
sentida como su propia carne, se transforma en fuerza real. De lo contrario las
ideologías son meros divertimientos de academia. Creo que ésta es una desgracia
tremenda pero es así. Yo toda la vida he dado cursillos, cursos de cuanta pendejada
se le puede a uno ocurrir. Y los resultados son siempre los mismos, siempre
lánguidos. En cambio cuando recurro a la pasión, la respuesta es inmediata, tangible,
irrefutable.
*A.M.* = Eso te compromete como mago...
No; no es un problema de magia. Es un problema práctico. No es que yo esté contra lo
que se llama la capacitación ideológica, política, de la gente o de los cuadros. No.
Pero creo que en el momento actual el trabajo necesita más pasión que razón, más
agitación que formación. La gente cuando razona se vuelve lamentablemente lenta,
medrosa, pasiva, así discuta acaloradamente. ¿Acaso el razonamiento, el cultivo de la
razón, no supone como condición el sosiego?
*A.M.* = ¿No matizas?
No. Estoy hablando pragmáticamente. Si una persona discurre lógica y
desapasionadamente sobre lo del Cantón del Norte, colige —como se diría en ese
lenguaje— que es imposible hacerlo. Porque una persona razonable nunca hubiera
intentado hacer tal cosa. A sus ojos sería un disparate, y lo era. Pero los disparates
son necesarios. Lo mismo lo de la Embajada. Si uno se sienta a pensar en hacer una
locura de ésas, nunca se para a hacerla. Se necesita mucha locura, locura
apasionada, para llevar a cabo con éxito una operación de ésas. Porque la pasión
desencadena en la gente fuerzas escondidas. Intuiciones certeras, poderes que se
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hallan agazapados. Eso lo hemos probado con campesinos analfabetos, “brutos” que
llaman. Cuando en ellos se siembra la pasión les nace el sentido del poder, se les abre
el camino. Adquieren confianza en sí mismos, valor, destreza, desparpajo, conciencia
si quieres, conciencia en la posibilidad del poder.
*A.M.* = Muy mágico, “Flaco”, muy mágico...
Llámalo como quieras, idealismo, por ejemplo. Estoy de acuerdo. Sobre todo porque
nosotros, la izquierda, debemos despertar al idealismo. Nos hemos negado el
idealismo que es el puro sabor de la utopía, la fuerza de la crítica. Claro que despertar
ese idealismo en nosotros mismos y en la gente, no lo puede hacer cualquiera. Ese es
el problema. Los gnósticos llaman a los tipos que tienen esa capacidad de transmitir la
pasión y despertar el ideal, “comunicadores”. Porque al fin y al cabo se trata de un
ideal. Si uno llega donde los campesinos, donde los obreros y les dice: Compañeros,
la patria está perdida, la patria está sufriendo, etc, etc... Pues la gente comienza a
llorar. Hay que decir las cosas positivamente con ganas de hacerlas: queremos comer
bien, queremos vivir bien. Eso cala, eso despierta, eso anima. En este punto sí hay
una diferencia con los gnósticos porque ellos tienen una concepción errada de la
acción. Ellos tienen una carreta complicadísima sobre el amor y el placer; dicen que el
amor no se puede echar adentro sino afuera para que el placer no se lleve la fuerza.
En eso están equivocados. Mi mamá les dijo: “Déjense de pendejadas que polvo es
polvo, esto es Macondo y no el Himalaya”. Como si dijéramos, la vieja le aplicó al
gnosticismo el desarrollo del marxismo. Sin embargo ellos están superando eso poco
a poco. Porque de todas las corrientes orientalistas, la más reaccionaria era el
gnosticismo. Había que oír las posiciones sobre Vietnam y la era de Acuario. Pero han
cambiado. A nosotros nos manda felicitaciones cada rato el comité ejecutivo o como
se llame la dirección de ellos.
*A.M.* = Entonces los gnósticos te quieren.
Sí, hermano, ¿por qué crees que me hacen cadena? Van a la cárcel a visitar a
nuestros presos, nos ayudan de un modo o de otro. Y no solamente los gnósticos,
también los protestantes. Las mil sectas protestantes que hay en Colombia. Porque
Colombia dejó de ser un país exclusivamente católico.
Esos son cuentos de la Constitución del 86. A la gente hay que tratarla, hay que oírla,
hay que sentirla. La izquierda tradicional con la posición pendeja y racionalista del
marxismo, que supone que la única manera de mirar el mundo es a través de la
ciencia, se ha negado a ver la riqueza y las potencialidades de las manifestaciones
mágicas, religiosas, culturales, y de sus cambios rapidísimos, ligerísimos. La ciencia
anquilosa el mundo y anquilosa el pensamiento. Cuando a un marxista se le aparece
un brujo con barbas y cucharas, con yerbas y sonajeros no sabe qué hacer, se caga
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del susto, no lo mira, no lo respeta, porque el brujo no es científico, no es marxista...
Olvida que este país está lleno de brujos y de brujerías. La izquierda tradicional se
niega a ver la importancia que tienen las sectas, el pensamiento mágico, las
manifestaciones religiosas. Se niega a ver la pasión del pueblo. La gente de izquierda
la única posibilidad idealista que se permite es el marxismo leninismo y la teoría de la
plusvalía.
*A.M.* = Parte de la crítica que le haces a la izquierda tradicional, me parece que
plantea indirectamente un problema vital: el pluralismo en la revolución. Y no me
refiero al pluralismo de ideologías orgánicas sino a algo más sencillo, al pluralismo de
las ideas cotidianas que tiene la gente sobre uno u otro tópico, religioso, político, etc.
¿Cómo enfocas esto?
El Estado tiene que respetar, y sobre todo garantizar la posibilidad de que puedas
organizarte como mago con otros magos, que los gnósticos puedan organizarse como
gnósticos y los protestantes como tales. Esta es la libertad religiosa, pero
fundamentalmente la verdadera democracia; el derecho a la asociación y a la acción
asociada y de todas sus expresiones: su culto, su literatura, su liturgia, su música. A la
izquierda hay que hacerle ver la riqueza y la potencialidad que encierra la cultura del
pueblo, pero no la que le atribuyen los folcloristas, sino la cultura del pueblo, así,
sencillamente. A la izquierda hay que hacerle ver que la música popular es muy
superior a la Internacional, que por lo demás es un himno pasado de moda. Un
bambuco, por ejemplo, claro, un bambuco, un vallenato, una rumba de la Sonora, un
corrido, una cueca.
*A.M.* = Las cuecas me suenan a nostalgia de exiliado...
Usted no puede decir eso. La música de los chilenos es una música que encierra una
historia de luchas, que habla de gestas obreras. Ahí está la Cantata de Iquique para
contarlo. Eso fue tan verraco como lo de las Bananeras.
*A.M.* = Pero lo de las Bananeras, ustedes los costeños no lo cantan...
Lo bailamos, que es mucho mejor. Hay que bailar, hermano, hay que bailar. Hay que
bailar y hay que cantar, y no sólo a la muerte, ni cantar sólo las derrotas. Hay que
cantar a la vida, porque si se vive en función de la muerte, uno ya está muerto. Las
personas que viven sólo de los recuerdos están muertas, el recuerdo sin porvenir lo
único que trae es tristeza, y la tristeza no genera lucha nunca, nunca.
Movimientojaimebatemancayon@gmail.com